lunes, 26 de noviembre de 2012

Mas, ¡Dimite!

Juan Zubillaga. Bilbao
Estoy viendo 24 horas, Estoy mirando los resultados de las elecciones catalanas. Me parece interesante comparar lo que han dicho que pretendían obtener y lo que han obtenido las diversas candidaturas.

Si nos fijamos en el PSC, sus resultados no han sido brillantes, pero lo cierto es que superan lo que muchos socialistas esperaban. Pero si  consideramos el caso de  CIU, resulta que no han obtenido lo que decían que esperaban.

Pido a mis lectores que centren su atención en la foto obtenida de la televisión 24  horas:
Artur Mas contando una milonga. El señor Durán con mirada atenta, como un perro preocupado por lo que Artur va a decir..
Porque si algo está claro es que Artur Mas quiso que se hicieran esas elecciones (Durán no lo compartía) y que Artur Mas es el responsable de haber obtenido 12 diputadps menos, cuando el pretendía 6 más (valga la redundancia). Si Artur Mas tuviese vergüenza torera dimitiría y ello aumentaría la credibilidad  de su partido y de todo el sistema democrático.

Lo más probable es que no suceda así, porque la costumbre parece ser "yo no me voy hasta que me echen". Así nos va en política en este país.

martes, 20 de noviembre de 2012

Mamporrero

Juan Zubillaga. Bilbao
Toda organización jerárquica genera inevitablemente tipos que se encargan de decir lo que sus jefes piensan pero no dicen para no mancharse. Es lo que popularmente se conoce como mamporreros. Los partidos políticos no suelen escapar de esta fauna.

Jose Ramón Blazquez tiene una dilatada trayectoria en estos menesteres, por otro lado es consultor de comunicación y hay que creer que dada su profesión sabe el valor de las palabras y por tanto el significado que tienen las cosas que dice. Pues la verdad es que no se corta. Esto es lo que decía en un artículo de opinión publicado en el diario Deia el pasado 25 de octubre.
“Supongo que, después de tres años y medio de ignominias y sectarismo antinacionalista, el cuerpo nos pide responder con dureza a los agravios recibidos y poner en marcha la demolición de la herencia del Gobierno López. Sería un error y añadiríamos un daño más al desastre que el trienio españolista ha proporcionado al país. Nos conviene, por responsabilidad, una actitud de serenidad y asumir que el nuevo e ilusionante escenario exige ciertas renuncias y contención, no replicando a aquella revancha con otra revancha opuesta, lo cual no excluye la higiénica clausura de los comederos abiertos por la trama PSE+PP en la administración vasca y también en EITB, sistemáticamente comisariada, ni dejar impunes los quebrantos que se detecten en las arcas públicas tras la pertinente auditoría. Es preciso comprender la naturaleza innovadora y positiva del mensaje electoral de Urkullu, los grandes acuerdos, tan difíciles pero necesarios, que requerirán cierto olvido y generosidad, más de lo que emocionalmente estamos dispuestos a ofrecer.”
Fíjense conmigo en eso de “la higiénica clausura de los comederos abiertos por la trama PSE+PP en la administración vasca y también en EITB”. ¿A qué les suena la frasecita de marras? ¿A Goebbels? ¿Al doctor Mengele? Elijan porque esto es lo que opina alguien que quiere “grandes acuerdos, tan difíciles pero necesarios, que requerirán cierto olvido y generosidad, más de lo que emocionalmente estamos dispuestos a ofrecer.

domingo, 18 de noviembre de 2012

DESAHUCIOS, PP Y DECISIÓN INSUFICIENTE

Odón Elorza. Donostia.


El PSOE, ante el drama de los desahucios y del que nos sentimos corresponsables, no debe eludir un diálogo con el gobierno. Ya antes habló con colectivos de afectados. Así y tras 3 reuniones en Moncloa anunciamos que NO estamos de acuerdo con el Decreto Ley del Consejo d Ministros por considerarlo insuficiente. Además, se demuestra el fracaso del Código voluntario de Buenas Prácticas que nos "vendió" el Ministro De Guindos.

Pero seguiremos dialogando con el PP, con otros partidos del Parlamento y colectivos sociales para explicar a fondo nuestra proposición de ley, la que anunciamos en marzo, con el objetivo de lograr que se tramite con urgencia y se pacten contenidos que supongan soluciones justas y definitivas para los deudores hipotecarios insolventes de buena fe y de una vivienda habitual. Para ello, el gobierno del PP tendrá que mojarse ante la ley del PSOE, aclarar compromisos con el BCE, hacer números y exigir el cumplimiento de la nueva ley a todas las entidades financieras.

La ley integral del PSOE sobre desahucios, insolvencia y sobreendeudamiento familiar sería de obligado cumplimiento para Bancos que reciben fondos públicos y están participados por el FROB. Supone la reforma de la ley hipotecaria y otras cuatro más y se equipara con la normativa Europea en esas materias.

La ley del PSOE incluye la dación en pago y posibilidad de continuar en la vivienda en régimen de alquiler, un procedimiento nuevo de convenio concursal extrajudicial entre las partes y ante Notario, reestructuración de la deuda, tasación objetiva del piso, etc..

En este importante asunto que afecta a miles de familias se ha demostrado que ciertas fuerzas buscan el objetivo de censurar y despreciar a priori cualquier posición política del PSOE. Hasta el punto de que durante estos días he leído insultos y denuncias en las redes contra un supuesto acuerdo que no se conocía porque no existía. Es más, daban por seguro que el PSOE se "vendería" al PP. ¡En fin!

A buenas horas mangas verdes.

Juan Zubillaga. Bilbao
Leo en etimologias.dechile.net un comentario sobre el origen etimológico de la palabra desahucio:
“La palabra desahuciar es una formación romance con el prefijo des- (que procede del latíno dis-) y que indica inversión de una acción, y del arcaico verbo afuciar, formado con a- (del latín ad-) y el verbo latino, con su f ya aspirada, fiduciare (dar una confianza, avalar, garantizar). Desahuciar es pues quitar toda confianza, igual si lo aplicamos a un enfermo terminal (quitar toda confianza en la recuperación o salvación) que si despedimos a un arrendatario (se retira la confianza que en él se tenía y se produce el desahucio). La raíz es la del verbo latino fidere (tener confianza) y comparten raíz palabras como confiar, fiar, fidelidad, fianza, federal, etc.”
Si nos atenemos a la etimología no hay duda de que hay una pérdida de confianza en los partidos por parte de la ciudadanía según concluyen todas las encuestas. Podemos decir por tanto que, en puridad de sentido, los partidos políticos están desahuciados. Aunque nadie cree que les vayan a quitar las sedes.

La política presenta momentos muy hermosos. Es la política la que ha consolidado, al menos por un tiempo, derechos fundamentales que están en la raíz de la sociedad democrática. Muchas veces los políticos han impulsado grandes avances sociales y lo han hecho liderando a la sociedad para resolver un problema. Hace pocos días el Tribunal Constitucional declaró plenamente constitucional el matrimonio homosexual, recordándonos uno de los hechos positivos que ocurrieron durante los gobiernos Zapatero. La petición de legalización del matrimonio homosexual era una tendencia creciente dentro de la sociedad, pero no era ni mucho menos mayoritaria. Sin embargo el presidente Zapatero tuvo la suficiente visión como para arrostrar las críticas feroces de toda la carcundia. Hoy la votación del Constitucional ha dinamitado la tradicional división progres-conservadores con un contundente ocho a tres y la sentencia ha recibido el apoyo de sectores muy significativos del Partido Popular. Es el arte del buen político que identificando un deseo creciente de la gente lo impulsa y lo convierte en algo generalmente aceptado. Cuando esto ocurre no aumenta la desconfianza hacia los políticos, todo lo contrario.

El asunto de los desahucios es otra cara de la actividad política. El avance de la crisis se plasma gráficamente en el contraste entre las ayudas que recibían y reciben los bancos desahuciados, con la ejecución cruel de desahucios sobre personas sin medios económicas y ninguna perspectiva de poder tenerlos. Pues bien, aunque algunos miembros de los partidos con mayor respaldo electoral han hecho declaraciones sobre la necesidad de arreglar este problema, la verdad es que los partidos políticos como tales han permanecido en este tiempo impasibles como don Tancredo.

La indignación contra los desahucios que ya es hoy un terremoto social viene fraguándose desde hace un tiempo y ha crecido fundamentalmente a espaldas de la actividad política de las principales instituciones representativas. Empezaron los grupos de activistas vecinales, los de extrema-izquierda y los menos extremos, la iglesia de base, los programas de televisión de denuncia, los partidos pequeños, los alcaldes... Luego, la cosa fue a más, el drama de los suicidios, las encuestas que indicaban que el 90% de la población estaba muy preocupada por esto… Y, finalmente, hasta los jueces, la iglesia institucional e incluso algunos bancos (olvidémonos lo que tiene esto último de paripé) se fueron pronunciando antes de que los partidos mayoritarios abandonasen su mutismo.

¿Porqué los partidos han tenido este papel tan decepcionante? Una primera explicación reside en la particular relación que tienen con los bancos, es decir, el temor reverencial que muestran ante ellos y por supuesto las deudas que mantienen, algunas condonadas. Pero esto no me parece suficiente. Creo que hay al menos otra razón que reside en el propio funcionamiento de los partidos: me refiero a su pérdida de capacidad para enterarse de lo que pasa en la sociedad, a que están más centrados en otras facetas de la administración del poder como el reparto de puestos y la vigilancia mutua interna y externa. ¿Qué ha hecho que los dirigentes socialistas hayan esperado hasta hace muy poco tiempo para expresarse con contundencia sobre el tema? ¿Era prudencia? ¿Era interés? o ¿Era ceguera y desconexión? En cualquier caso, son bienvenidas sus rectificaciones, aunque sean tardías. El gobierno acaba de dictar un decreto sobre el tema y el partido socialista ha tenido el buen gusto de declararlo insuficiente.




viernes, 16 de noviembre de 2012

A favor de Cataluña en España

(Para adherirse al "llamamiento" enviar un correo a: jfabrau@terra.es)


Varios centenares de intelectuales y profesionales han firmado en Cataluña un llamamiento a favor de la izquierda y del federalismo para responder al creciente secesionismo estimulado por Convergència i Unió, desde el Gobierno de la Generalitat, así como por otras fuerzas políticas de afinidad nacionalista.
Queremos atender esa llamada porque los promotores de una independencia inmediata de Cataluña aducen beneficios obviando penosas consecuencias para todos. Además se eximen de responder a los ingentes problemas que, como europeos, como españoles, como ciudadanos de una comunidad autónoma y como vecinos de un municipio, nos plantea la crisis económica y la incapacidad que aquí y en Europa se advierte para adoptar decisiones válidas. Añadir una propuesta de secesión augura el desbordamiento a corto plazo del malestar social al que nos viene arrastrando el súbito empobrecimiento y el vértigo de la desesperanza de un número creciente de ciudadanos.
Los independentistas convierten su particular idea de España en el chivo expiatorio sobre el que cargar todos los malestares. Abonan así el terreno a la exigua minoría que, desde el resto de España, se propone hacer otro tanto con su particular idea de Cataluña. La afirmación de que España perpetró agresiones contra Cataluña es una desgraciada manipulación del pasado, que olvida deliberadamente cómo en los conflictos y guerras civiles en los que todo el país se vio envuelto, los catalanes, al igual que el resto de los españoles, se dividieron entre los diferentes bandos.
Ni Cataluña está sometida a un expolio por parte de España, ni el común de los españoles alberga sentimiento alguno de menosprecio hacia ella. Bien al contrario: Cataluña suscita afecto, admiración y reconocimiento, entre otras razones porque sin ella, sin su lengua, sin su cultura y sin su aportación solidaria, no puede entenderse la España democrática. Las fuerzas políticas que han abrazado el independentismo calculan que, dada la drástica reducción de los recursos del Estado y los padecimientos de la crisis, sería llegada la hora de pugnar por sus aspiraciones maximalistas, sin atender al orden constitucional pactado por todos.
En Cataluña existe un profundo sentimiento nacional, del que el resto de los españoles es plenamente consciente. De ahí que sostengan con firmeza que haya de ser reconocido e integrado de nuevo en el seno de instituciones compartidas. No obstante, si ese sentimiento de forma mayoritaria se manifestara contrario de modo irreductible y permanente al mantenimiento de las instituciones que entre todos nos dimos, la convicción democrática nos obligaría al resto de los españoles a tomarlo en consideración para encontrar
una solución apropiada y respetuosa: los ciudadanos de Cataluña tienen que saber que éste es nuestro compromiso irrenunciable. Pero tienen que saber también que en el resto de España y en la misma Cataluña hay muchas voces que apuestan por seguir avanzando juntos.

El programa de construcción nacional incentiva a los independentistas a sentirse víctimas de una opresión por parte de España, a rechazar la toma en consideración de las propuestas de entendimiento y a silenciar o relegar a todos aquellos ciudadanos catalanes que no suscriban ese programa de secesión. La transición de la dictadura a la democracia se hizo de la ley a la ley pasando por la ley. Ahora, paradójicamente, los independentistas para llevar adelante su denominada transición nacional se proponen violentar la ley democrática, hecha por todos y para todos, con el propósito de alumbrar una ley nueva, hecha sólo por los que se sienten llamados a una misión sin contar con los demás. En la aritmética política sucede que el orden de los factores altera el producto.

Ni España, ni la Constitución de 1978 ni el Estatut de 2006 niegan a los ciudadanos de Cataluña ejercer su derecho a decidir; son los partidos que apoyan la fulminante independencia de Cataluña quienes confunden las opciones al concurrir, una tras otra, a las citas electorales con programas edulcorados, indoloros y sin coste político, social o económico alguno, pensando ampliar así sus apoyos en las urnas.

Es preciso que CiU y otras fuerzas de afinidad independentista asuman sus graves responsabilidades en la equivocada gestión de la presente crisis económica y en los abusos en que incurrieron y dejen de exculparse bajo el supuesto expolio perpetrado por España. Esa estrategia de exculpación les ahorra el debate económico y social que necesitan tanto Cataluña como el resto de España, exacerbando y absolutizando, en su lugar, un debate nacional y nacionalista.

Consideramos, además, que todas las fuerzas democráticas deberían sumarse en la búsqueda de un mejor encaje institucional para Cataluña, de una financiación más justa y de una federalización del deteriorado Estado de las autonomías, que inscriba en su norma suprema la solidaridad inter-territorial y los criterios de su aplicación compatibles con el esfuerzo común de todos y el principio de ordinalidad. Por ese camino podremos seguir ampliando las cotas de libertad, igualdad, progreso y respeto mutuo logradas con la Constitución de 1978.

Madrid, 24 de octubre de 2012

lunes, 12 de noviembre de 2012

El valor político de la discrepancia

Antonio Gutiérrez-Rubí. Asesor de comunicación. Artículo publicado en la IDEAS.


"Cuando un partido se da cuenta de que un afiliado se ha convertido de un adepto incondicional en un adepto con reservas, tolera esto tan poco que, mediante toda clase de provocaciones y agravios, trata de llevarlo a la defección irrevocable y de convertirlo en adversario; pues tiene la sospecha de que la intención de ver en su credo algo de valor relativo que permite un pro y un contra, un sopesar y descartar, sea más peligrosa para él que un oposición frontal”. Friedrich Nietzsche

El hecho de que, en la mayoría de los partidos políticos, el número dos sea el secretario de organización es algo más que una casualidad o una tradición. Un lugar estratégico, justo detrás -y no necesariamente debajo- del máximo responsable del partido, sea el secretario general o el presidente del partido (según sea la cultura política). Una posición que inspira más temor que respeto, más reverencia que complicidad.
Es sorprendente esta posición jerárquica. Pareciera que para una fuerza política, y más en el ámbito progresista, las  propuestas, la acción política o la comunicación deberían ser áreas ejecutivas con mayor protagonismo y relevancia, asumiendo que no es posible el liderazgo electoral y social, si antes no se gana y se compite por el cultural y el de las ideas (ver todavía a Antonio Gramsci). Pero no. Los secretarios de organización mandan más. Mucho más.

Los partidos políticos que se organizan -la mayoría- a través de la cultura del centralismo democrático necesitan poderosos instrumentos de organización que rápidamente derivan en disciplina, no en procesos culturales de eficacia y eficiencia. Tal es el pavor que genera la discrepancia -que es vista como un cuestionamiento de la autoridad- que se le niega cualquier valor político. Pero ¿lo que se gana en supuesta homogeneidad es comparable con lo que se pierde en plasticidad y porosidad social?
Existe una grave incapacidad en las fuerzas políticas para ofrecer su pluralidad interna como un atractivo político en la sociedad de la diversidad. Esta limitación, que deriva en patología autoritaria, invoca la unidad y la lealtad como valores supremos que no pueden interpretarse desde la complementariedad ni desde la libertad. Ambas virtudes -personales y profesionales- son juzgadas peligrosamente en su articulación política colectiva. Se desconfía del autónomo y del libre pensador. Se premia al homogéneo y al silente.

En un lúcido y pedagógico artículo, El futuro (probable) del PSOE, Juan José Laborda (miembro del Consejo de Estado, senador constituyente en 1978 y presidente del Senado entre 1989-1996) aborda el tema de la pluralidad interna de los partidos, en particular en el espacio socialdemócrata, con gran habilidad y precisión. Y reclama un ambicioso programa de reformas que, entre otros desafíos, garantice que la selección de candidatos y dirigentes políticos para la representación se articule desde los principios de la diversidad y la democracia interna para ofrecer un nueva representación que recupere la legitimidad. “El fin de estas reformas no es otro que devolver a los ciudadanos confianza en los partidos políticos. La causa profunda de la desconfianza actual y por la que el PSOE no se recupera electoralmente está en la percepción ciudadana de que los partidos instrumentalizan las instituciones, en lugar de servir -como señala el artículo 6 de la Constitución- como instrumentos de “participación política”.

Y por si no queda claro, Laborda lo precisa, sin ambigüedades: “Buscar la representación de millones de individuos, de personas conscientes de sus derechos, exige aceptar plenamente el pluralismo. Eso quiere decir que el PSOE será una organización de personas que, pensando de distinta manera, son capaces de ponerse de acuerdo. Un partido así consigue que su democracia interna le permita aspirar al ideal aristocrático cuando propone sus candidatos a las instituciones. Las elecciones primarias para elegirlos son congruentes con lo dicho anteriormente. Pero esas elecciones solo obtendrán las virtudes que se esperan de ellas si todo el Partido Socialista se transforma como organización política, previamente a su convocatoria. Los votantes deben ser millones de personas, pues los afiliados no son representativos de la sociedad, sino una minoría que lucha para cambiarla. Y es una (frustrante) temeridad que se elija un candidato por primarias y el partido, como “intelectual orgánico”, decida todo lo demás, desde el programa electoral, al resto de los candidatos y cargos orgánicos” (fin de la cita)[1].

¿Quién teme a la libertad? Esta sigue siendo la pregunta clave. ¿Es posible abrazar un modelo de organización que no se esclerotice en la gestión del poder clientelar (listas y cargos) y en la lealtad acrítica? Es preciso recuperar un nuevo código de conducta interna que estimule la regeneración democrática y actualice la oferta política con otra cultura de la participación. Estas podrían ser algunas de las claves.

1. La diversidad de perfiles, caracteres y estilos enriquece y hace más atractiva una oferta electoral si aspira a ser representativa y mayoritaria. La pluralidad de nuestra sociedad se representa mejor con la pluralidad política interna, no con su negación o su ocultación.

2. La discrepancia estimula el combate de las ideas. Y es absolutamente compatible con la cohesión interna si se aceptan las reglas democráticas dentro de la organización. La lealtad del silencio es peor, siempre, que la lealtad de la libertad. Los ciudadanos deben percibir que hay matices, diferencias y estilos diferentes, pero que es posible estar juntos, competir unidos y ofrecer coherencia estimulante, no claudicante. Y competir, lealmente, cuando se producen los procesos de selección de liderazgos.

3. Los liderazgos políticos deben ser corales, si quieren establecer conexiones múltiples con la sociedad a la que se quiere representar y servir. Esto es clave. Es muy difícil que una sola persona (o muy pocas) representen bien la amplia gama de registros sociales y culturales que una profunda y transversal mayoría electoral significa. Equipos plurales para mayorías diversas.

4. Los retos (propuestas y soluciones) que hay que abordar deben resolverse con altísimas dosis de creatividad. Necesitamos soluciones nuevas. Disrupción y caos creativo. Hay que reivindicar -y estimular- la pluralidad interna, incluso la discrepancia -y no castigarla-, como fuente legitimadora de democracia y de soluciones plurales y creativas en la oferta política de los partidos. En el mundo de la innovación (empresarial, social, académica) la discrepancia, la heterogeneidad, la pluralidad, la diferencia son EL ECOSISTEMA natural para crear y desarrollar productos, servicios, ideas… Es así siempre; pero en la política, no. Cuando se buscan soluciones nuevas, estas no se encuentran en el mismo aire que se respira. Hay que abrir las ventanas.

La transformación de nuestros partidos en organizaciones porosas y creadoras de atmósferas y entornos de libertad y participación pasan por una profunda reconversión organizativa. Hay que hacer un reset total.

Los partidos políticos se mueven con un ADN cada vez más alejado de la realidad de nuestra sociedad. Jerarquía organizativa, frente a autoridad meritocrática. Centralismo radial, frente a redes distribuidas. Consignas políticas, frente a creatividad política. Cultura analógica, frente a realidad digital. Modelo vertical, frente a sociedad horizontal. Liderazgo unipersonal, frente a liderazgo coral.

No hay tiempo que perder. La discrepancia no es el problema. El miedo, la envidia, el recelo… sí que lo son.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Sexo y edad de los parlamentarios vascos

Por Juan Zubillaga. Bilbao
La designación de los candidatos que se presentan a las elecciones es algo que se escapa al control democrático de la ciudadanía. En el mejor de los casos han sido decididos por una consulta a las bases del partido, aunque más habitualmente  se hace en los órganos de dirección partidista a los que no tienen acceso los propios militantes.

Es cierto que hay casos aun más extremos, como el de la designación de la candidata de candidata de la coalición EH Bildu a Lehendakari, donde no solo nadie sabe qué personas lo decidieron, sino que la propia candidata, a preguntas de un periodista, no quiso desvelar ni qué persona le había comunicado su designación. La verdad es que no es especialmente extraño dada la escasa tradición democrática de la fuerza principal de esa tendencia política.

Teniendo tanto peso los aparatos de los partidos en la designación de candidatos, la lista de estos desvela muchas veces los criterios e intereses de las cúpulas de los partidos. A muchos puntos de los programas políticos se los suele llevar el viento, ya sea porque las circunstancias cambian o porque nunca se tuvo ninguna intención de aplicarlos. Pero los candidatos que salen, esos se mantienen. Incluso hay cierta tendencia a que repitan.

Quiero examinar en este post las características de los candidatos elegidos en el Parlamento vasco por edad y sexo. El examen de la edad y el sexo de los nuevos diputados del Parlamento vasco recientemente elegidos nos puede permitir conocer mejor a los partidos.

Veamos primero dos gráficos (en porcentaje y en valor absoluto) de la distribución de edades y partidos. En los dos gráficos está la misma información presentada de forma diferente.

Y en los dos se puede ver que hay grandes diferencias entre partidos. De joven a viejo las candidaturas están clasificadas desde Bildu (amarillo) como la plancha más joven, siguiendo por PP (azul), PNV (verde) y finalmente el PSE (rojo). Curiosamente la distribución presenta el mismo orden que los años de existencia de los partidos.

Medias de edad de los miembros del Parlamento Vasco

Total Varones Mujeres
PNV 47.1 51.0 43.4
Bildu 41.3 40.9 41.7
PSE 53.0 55.3 50,8
PP 44.8 44.7 45.0

Si vemos la representación de los parlamentarios varones, la diferencia entre partidos es aun más acusada. Destaca por insólita, la distribución de los ocho parlamentarios varones en el PSE, todos de la misma generación, entre 53 y 58 años.

Por supuesto que la mayor edad en general suele significar mayor experiencia y es muy lógico que quienes dirijan las organizaciones políticas no sean veinteañeros. Pero por otro lado una distribución de edades equilibrada en un Parlamento, que pretende ser un órgano representativo y una especie de fotografía de la sociedad, permitiría que no solamente estén representadas las diferentes ideologías, sino también las diversas generaciones y géneros, que como sabemos aportan matices no siempre coincidentes.

Además, estas diferencias en cuanto a la edad de los parlamentarios   nos pueden decir algo de las relaciones de poder dentro de los partidos. Es bastante plausible que estén correlacionadas con su implantación en determinadas franjas de edad o con la valoración que puede tener la antigüedad como mérito dentro del propio partido.

Si examinamos la distribución de los parlamentarios electos entre varones y mujeres, vemos que todos los partidos cumplen las leyes de la paridad. En el caso del PNV hay una parlamentaria de más, en el PSE hay paridad, en Bildu un parlamentario de más, en el PP dos y el único parlamentario de UPD es varón. En total hay 39 varones y 36 mujeres..

Lo que si se puede apreciar es que, considerados todos los parlamentarios, la media de edad de los varones (azul) supera a la de las mujeres (rojo).

Pero no es un efecto uniforme en todos los partidos. Ocurre en el PNV y el PSE, pero sin embargo en el PP y Bildu prácticamente no hay diferencia en la distribución de edades. En el PNV la diferencia de medias de edad entre mujeres y varones es máxima, cerca de ocho años y en el PSE hay dos parlamentarias que escapan de la regla, pues superan en edad a todos los parlamentarios varones de su partido. Si la edad está correlacionada con el poder dentro de las organizaciones, esto puede indicar que en las organizaciones “más viejas”, como el caso del PNV y PSE, las mujeres están más alejadas de los núcleos duros del poder, aunque hay que señalar alguna excepción en el PSE. Sin embargo en el PP y Bildu, organizaciones “más jóvenes”, las mujeres se encuentran más integradas.

La celebración de primarias abiertas para la elección de candidatos es algo que tiene cada vez más defensores en la sociedad. No creo que sea una solución mágica ante el creciente desprestigio de los partidos como institución, pero considero que puede ayudar a que la democracia sea más participativa.