martes, 23 de abril de 2013

Demócratas y republicanos

Denis Itxaso. Donostia. @DenisItxaso

El aniversario de la proclamación de la II República Española ha venido a coincidir con uno de los momentos, desde la transición a la democracia, de mayor efervescencia en el debate sobre la forma de Estado que más conviene a España.
En este contexto, mi compañero Ramón Jáuregui reclamaba en el Diario Vasco del pasado 10 de abril "prudencia real" (ver más abajo), ponía en valor las virtudes integradoras de la Corona y alertaba del riesgo de pretender cambiarlo todo ingenuamente en un momento de tanto descreimiento social y sin los consensos necesarios. Participo de las tres premisas y, sin embargo, creo que vale la pena replantearnos la virtualidad de la Monarquía.
Como militante socialista siempre he aceptado que la lealtad del PSOE a la Corona formaba parte de una renuncia política -que no ideológica- de compromiso y reconciliación, a la muerte de Franco y ante un futuro entonces incierto. Pero pertenezco a una generación que jamás ha considerado que fuera un tabú hablar sobre la forma de Estado, y que ha visto en el velo informativo que ha protegido a la Familia Real, un ejercicio innecesario de paternalismo institucional.
Por eso no entiendo que, 35 años después, ahora que el debate puede retomarse en un país cuya conciencia democrática ha madurado -aunque sea a golpe de decepción-, aún haya un <em>stablishment</em> pegado a ese sentido extraño de la responsabilidad que invoca no se qué estabilidad, precisamente cuando la Corona comienza a percibirse más como un problema que como una solución, lo que implica que su utilidad histórica comienza a desvanecerse. Es demasiado evidente que la clase política que protagonizó aquellos convulsos años, guarda una mal entendida lealtad a esa institución que se torna incompatible con el sentido crítico que exigen los tiempos hacia muchas de las cosas que se han deteriorado en España. Y creo que es compatible y perfectamente natural, reconocer el papel desempeñado en el pasado por el Rey, incluidas sus presuntas virtudes integradoras, con aceptar la decadencia sistémica que simboliza en la actualidad ese modelo de Jefatura de Estado.
Afirmar, como lo hacía mi admirado Ramón, que el Monarca es garantía de neutralidad en la Jefatura del Estado en un país tan polarizado, es tanto como socavar las bases mismas del pensamiento republicano. La búsqueda de perfiles sin excesivas aristas, que conciten amplios consensos, no es algo que este vedado a la fórmula republicana, como lo demuestran diferentes ejemplos dentro de la misma UE. Y, en todo caso, se trata de un cargo remozable cada 4 o 5 años, dependiendo de la adhesión ciudadana que reúna. Y en último término, ¿Qué hay de nuestros ideales? ¿Acaso hemos renunciado a ellos para siempre? En ese caso, recordemos dos cosas: que si así fuera, la honestidad debería llevarnos a una refundación de nuestras bases ideológicas y desideratum políticos; y en segundo lugar, que nuestra actual crisis de apoyos ciudadanos tiene mucho que ver con la renuncia práctica a algunos de nuestros ideales más genuinos.
Es verdad que el descrédito de los partidos políticos no ayuda precisamente para la defensa de un sistema de elección popular del Presidente de la República, frente a la inercia de un cargo de carácter hereditario que juegue un papel moderador en el mejor de los casos, o de títere en el peor de ellos. Pero eso, en última instancia, a quien interpela es a las propias formaciones para que se transformen y abran cauces de participación, y adopten una cultura de pacto y compromiso, tratando de desterrar el cainismo y la confrontación permanente como instrumentos de hacer política.
Por eso, ante la recurrente pregunta que muchos socialistas nos hacemos sobre cómo salir de este atolladero en el que nos encontramos, cada día estoy más convencido de que es la cultura republicana la que puede ayudarnos a encontrar la respuesta. No es que otra forma de Estado tenga virtudes curativas <em>per se</em>, ni mucho menos, si no que el inmenso calibre y profundidad de las reformas a abordar requieren de un impuso que identifique la Educación, la conciencia cívica, la sostenibilidad ambiental, la reorganización del trabajo, la participación ciudadana, la reinvención de la función pública y tantas tareas pendientes, en el epicentro de su agenda pública.
Incluso la reforma federalizante que parece estar incubando el PSOE, como respuesta a las tensiones territoriales agudizadas por la crisis y la extendida sensación de agravios comparativos, tendría mejor encaje bajo un modelo republicano. No en vano, un reino es sinónimo intrínseco de unidad y no tanto de diversidad, que es el camino que debe recorrer España y por el que no avanza con la audacia e inteligencia que debiera, aunque nuestro actual marco constitucional ofrezca más de una previsión normativa que poder emplear al efecto. ¿Se puede seguir pensando que un Rey, éste u otro, obrará de pegamento territorial y social entre las generaciones que no han vivido ninguna de las miserias ni amenazas que se invocan para seguir reivindicando la virtualidad del pacto constitucional?
En fin, rara vez el continuismo ha alumbrado cambio alguno en ningún orden, y confiar en un príncipe azul no es revulsivo suficiente para recuperar la moral colectiva, hoy derrumbada también por la falta de liderazgos estimulantes. Por el contrario, los estilos de liderazgo que se imponen aquí y ahora son compartidos, audaces y, a ser posible, capaces de representar a una sociedad que asume el riesgo y se ha acostumbrado -qué remedio- a vivir en la incertidumbre. La Monarquía obedece a la necesidad de dar respuesta a cuestiones decimonónicas, superadas, o simple y llanamente imposibles de satisfacer plenamente hoy día, como la seguridad, la indivisibilidad, la certidumbre o la invulnerabilidad. Y la fortaleza que debemos exhibir es la del músculo democrático que permite hacer profundas autocríticas, corregir y combatir las nuevas amenazas, que tienen mucho menos que ver con el orden constitucional que con el 27% de desempleo.


(Artículo publicado en Diario Vasco 21.04.13)


domingo, 21 de abril de 2013

Globalización (en un párrafo)

Julio Herrero Romero. Vitoria-Gasteiz. @HerreroJulio
Perdón por anticipado. Entiendo que estas líneas pueden herir la sensibilidad de algún lector, pero la conmoción general que ha suscitado el atentado, o lo que sea, en el maratón de Boston no pueden dejar indiferente a nadie. ¿O sí? ¿Por qué tres víctimas inocentes en el cogollo del primer mundo nos conmueven tanto y cientos de víctimas, igualmente inocentes, en Irak, o Afganistán ocupan ya espacios mínimos en las páginas interiores de los periódicos? ¿Cuál es la razón para tamaña diferencia en nuestra percepción de sucesos terribles que todos los días asolan el mundo? Posiblemente alguien pensará que es la cercanía lo que más nos impacta, y sin embargo hay miles de kilómetros en ambos casos y no tanta diferencia. Puede ser la perplejidad al encontrar algo fuera de su sitio, lo que nos conmueve. – “estas cosas aquí, en nuestra sociedad, no pasan” – pero cada día el mundo globalizado nos iguala más, tanto en lo bueno como en lo malo. Buscar comida en la basura lo imaginábamos en los estercoleros de Sudamérica o como una excentricidad en las películas de Nueva York. Ahora no tenemos más que asomarnos a la ventana para ver colas de personas esperando la salida del “género” en los grandes almacenes. Que alguien entre en un supermercado para robar comida con la que atender a su familia era una excepción noticiable, e incluso aprovechable políticamente para captar adeptos, pero que un ex juez, inválido por un tratamiento médico inadecuado, se lleve de una farmacia los medicamentos que necesita, por no poder pagarlos después de los recortes, era algo impensable hasta…ayer, en Zaragoza. “Nada se pierde, todo se transforma” canta Drexler, y añade: “Cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da”. Y posiblemente estamos recibiendo lo que hemos dado, lo poco que hemos dado, de solidaridad y entendimiento con los problemas del mundo. Las “armas de destrucción masiva” que sirvieron de excusa para destruir la sociedad iraquí y proteger los intereses de los poderosos se han transformado en “rescates financieros” con similares efectos en nuestro entorno. Y los que alentaron aquellas guerras, y las justificaron, quieren ahora defendernos de los ataques de un capitalismo desbocado y sin control, que ellos mismos dirigieron. Margaret Thatcher ha muerto, pero su sombra nos sigue cubriendo.

viernes, 19 de abril de 2013

¿Por qué hablar de partidos socialistas si queremos decir socialismo?


Aurelio Romero   romero-nomada@blogspot.com

Los mecanismos de los partidos políticos son totalmente desconocidos para el común de la sociedad; también lo son para una gran parte de la afiliación de un partido, salvo quienes dedican su tiempo a la política partidaria directamente a través de personas interpuestas.
Ese desconocimiento no es en si mismo una cuestión grave, porque la vida interna de los partidos no es trascendente ni preocupa durante la normalidad y, si llega a la opinión pública, es por posibles confrontaciones más personales que ideológicas, porque parece que son las únicas que se dan. Curiosamente, son quienes ocupan dichos puestos internos quienes más suelen trasladar a la sociedad la idea de que no hay ideas en juego sino intereses de cariz personal. Esta estrategia ha llevado a demonizar cualquier debate público, a castigar el intercambio de las ideas entre la sociedad cuando no hay nombres propios por medio y a amedrentar a los afiliados, reticentes unos y convencidos otros de que no sea de forma pública como se establezca el debate de las ideas, cuando hay la posibilidad de que exista.
Esa afirmación permanente de que los trapos sucios se discuten en casa ha rebajado así el debate político propio al nivel de lo vergonzoso e, internamente, lo ha limitado a la voluntad acrítica y soberbia de quienes ocupan dichos cargos internos o tienen actividad pública como representantes de ese partido político.
No es una valoración referida exclusivamente al socialismo español, ni muchísimo menos al del PSE-EE de Vitoria en sus dos agrupaciones locales, que recientemente han renovado sus cargos como cierre de un ciclo congresual iniciado con la reelección de Patxi López como secretario general del socialismo vasco el pasado mes de febrero, en un congreso que ya dio la pauta de todo lo demás.
Ese encierro voluntario de los partidos en una especie de Numancia aislada y sin futuro vive su cruda realidad cuando la sociedad padece crisis económicas, en sus derechos o en sus libertades y reclama de los partidos voz y orientación. Nos ocurre ahora y nos ocurrió antes. El socialismo encontró en anteriores etapas el modo de estar cerca de esa sociedad maltratada por el terror o por las finanzas y la ciudadanía encontró voz y respuestas con las que identificarse. Hoy, el socialismo deambula buscándose en todos los niveles y sin una fiel coordinación entre lo que se aprueba en cada nivel de la organización.
Repetidamente se pide lealtad a los cargos elegidos en cada congreso o asamblea, pero ese mensaje muere contra el muro insonoro de una sociedad inquieta, que pide agilidad, conciencia, sensibilidad y gestos de diferenciación en un contexto en que el centro se desplazó al lado más descarnado de la derecha, maniatados por arriba e indecisos o sin eco para el resto del mapa del socialismo. Las filas se engrosan con afiliación desconocida y no reconocible y se preguntan al salir “esto que hemos votado ¿para qué era?”, porque las urgencias son poco aconsejables y no las salva el papel anotado en la barra del bar cercano. La desorientación viene también provocada por esta forma de acción política, en la que el voto afín es el único bagaje buscado.
Cuando la afinidad entre sociedad y partidos se diluye, sus dirigentes tienden a buscar las razones de la desafección o las derrotas electorales en la sociedad que “no nos entiende” o en las voces que alertan de ese distanciamiento o la necesidad de estudiar los por qué y el cómo buscar respuestas, partiendo del supuesto de que esa es la misión de un partido y especialmente para aquellos históricamente sensibles a las inquietudes y necesidades sociales. Para la derecha es fácil. Sus partidos son la estructura sobre la que se soporta el poder. Para la izquierda, las organizaciones llamadas partidos han sido la fuente de conocimiento de la sociedad desde la cercanía, el debate para renovar ideas y formas de relacionarse y, por último, la estructura que impulsa y da cauce a esas otras actividades fundamentales.
Las últimas votaciones en Vitoria para renovar los equipos dirigentes, de quienes dependen la continuidad o no de los propios trabajadores de las sedes, son solo una mínima anécdota por tamaño, tipo de debate posible y nivel ético del comportamiento de la estructura organizativa y política de las dos agrupaciones, más allá de la significancia de los nombres propios que consideraban en riesgo su estabilidad, frente a una invisible debilidad, la del propio partido.
Cuando el concepto mismo de socialismo se convierte en un elemento de voluntaria diferenciación, el debate se traslada a la cronología y procedencia militante de los candidatos, porque esas históricas reticencias entre socialdemocracia y comunismo es un tergiversación real del debate ideológico que se propone, el lógico de ese partido, a sabiendas de que el debate dual y real sólo será posible si lo decide quien controla la organización hasta ese momento, y no existirá  por tanto.
La incidencia grave de las actitudes numantinas no es sólo que impidan la razón principal de un partido, la discusión y confrontación leal de las ideas, donde se debe respeto a las personas pero no lealtad de pensamiento, esa unanimidad impuesta y ficticia. Su mayor gravedad es que dan la razón a quienes tienen contrastado (Ignacio Urquizu, "La crisis de la socialdemocracia, ¿qué crisis?") que a los "aparatos" de los partidos tiende a importarles poco la disminución de la afiliación, prefieren afiliados/votantes antes que debate proactivo, pues así el equipo dirigente se siente más poderoso e indiscutido. La supuesta fortaleza de las direcciones es causa de titulares y la debilidad de las organizaciones se profundiza en silencio. Hasta que la sociedad deja de escuchar a esos partidos y, más que desafección, es alejamiento sin vuelta; fidelidad de voto en todo caso sin implicación partidaria ninguna, que no se busca y más bien se rechaza o, como máximo, se traslada a las redes sociales para compartir opiniones de un colectivo seleccionado previamente,
Entender que las organizaciones locales de un partido deben ser meras oficinas de representación política, en las que las decisiones se trasladan como hechos consumados y las iniciativas de debate se consideran ajenas al partido o como adoctrinamiento partidario, es más que una visión pacata de la función de un partido. Es también la anulación de uno de los pilares de la democracia social que nos dimos: los partidos como base de organización política y social. Una democracia formal sin estructuras participativas e inquietas es cómoda para las direcciones instaladas en la continuidad indiscutida o "reforzada" desde la acción de los aparatos. También es la vía más rápida para llevar a la sociedad a otro tipo de organizaciones llamadas democráticas y más activas, capaces de ver al menos con generosidad militante que la sociedad cambia a impulsos que los partidos apenas atienden en la doble dirección: su génesis y sus objetivos.
El socialismo no puede plantear, como hace, una revisión del papel del socialismo en la última década desde la distancia como cualquier otra fuerza política ni desde una posición acrítica. El término medio es ese punto en el que la discusión significa participación antes de las medidas que se adoptan o las propuestas que se hacen, una participación más molesta para los dirigentes que para la militancia que lo desea, a pesar de lo que se suele decir.
Es en estas pequeñas asambleas sin especialmente significación numérica cuando aparece la realidad que trae el hecho de que solo sea de forma ocasional y cuatrienal cuando se provoca una confrontación de ideas, aunque el estigma del sectarismo vele esa positiva realidad temporal, cuando no se convierte en una cuestión personal que aleja en vez de aproximar, o  la organización lleva a un encuentro/desencuentro donde 40 de 200 personas discuten o solo escuchan mientras el resto cruza las sedes hasta las urnas para marchar a punto seguido. Y resalta la intención de que el juicio de la sociedad afiliada no aborde cuestiones políticas o de la acción política, como si el control por ese pequeño grupo sobre la labor de sus dirigentes deba fijarse exclusivamente en las razones del contable.
La sociedad se aleja, pero lo hará más, incluso por parte de quienes ya militan en los partidos, mientras estos activen su afán de registro de nuevas incorporaciones en las vísperas congresuales, encomiable si se extendiese a la totalidad de los mandatos. La labor del socialismo entre la sociedad daría así mucho más frutos que el incremento de fichas, daría el bien de la presencia e incardinación social de los partidos y se alejaría de ese concepto políticamente bastardo llamado clientelismo, dentro y fuera de las estructuras del socialismo, que antes de crecer en estructura se significó por sus ideas y liderazgos.

lunes, 15 de abril de 2013

El espacio común de PSE-EE y PSN

Óscar Rodríguez Vaz. Vitoria-Gasteiz. @rvoscar


La “corrupción” y “la política y los políticos” están entre los principales problemas de la ciudadanía española, por detrás del “paro” y la “situación económica”, según el último estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas. A la luz de los últimos acontecimientos, y con unos datos de desempleo no tan desastrosos en la Comunidad Foral, estoy convencido de que “la corrupción” y “la política y los políticos” son ya los dos problemas principales para la población navarra.

Somos muchos los que creemos en la política y en la democracia. Y quizás por ello suframos tanto al observar cómo el sistema se derrumba ante nuestros ojos, al tiempo que sus actores fundamentales mantienen una aparente mirada impasible. ¿Cómo entender que todo el mundo siga “en sus puestos” con la que está cayendo, por ejemplo, en Navarra? Será la Justicia quien determine si el ex Presidente o el actual alcalde de Pamplona cometieron delito, pero ambos dos, junto a Yolanda Barcina, son culpables de haber cometido una inmoralidad indigna de cualquier cargo público.

Mi reflexión no tenía por objeto abordar este cáncer para la democracia que se extiende de forma acelerada a lo largo y ancho de la piel de toro. No terminaría el artículo, porque si bien la crisis está contribuyendo a desigualar a las regiones de España en materia de renta, en cambio parece estar igualándolas en cuanto a escándalos vinculados a presuntos delitos de corrupción.

Más bien, empiezo hablando de esta materia para defender la necesidad de una regeneración política aquí. Una regeneración, que a mi juicio, debería ser liderada por la izquierda no nacionalista desde la oposición pura y dura, si no quiere quedarse sin espacio de juego para algunos años. Y esta máxima sería aplicable tanto en Navarra como en Euskadi, aunque empezaré por la primera.

El PSN fue la segunda fuerza política en las elecciones de 2011, ganado por la mínima a NaBai. Pero en la práctica, es la tercera, tras la incorporación de Aralar a la coalición EHBildu. También es la tercera formación en el Ayuntamiento de Pamplona, con sólo 3 concejales. Con estos mimbres, ¿tiene el PSN la responsabilidad de echar sobre sus espaldas la responsabilidad de sostener las instituciones que lidera una formación política protagonista en los escándalos de la CAN? Más aún, con los recortes económico-ideológicos que se perpetran con la excusa de la crisis económica, y que UPN comparte con el Gobierno Central, ¿tiene algún sentido que un partido de izquierdas dé estabilidad a gobiernos de derechas, sean estas nacionales, nacionalistas o regionalistas?

Creo que la situación requiere que el PSN baje a la calle con nuevos referentes sociales y construya con la sociedad progresista una alternativa en clave de regeneración democrática y, por supuesto, una alternativa en materia socio-económica. Y pienso que si no lo hace de forma urgente, dejará el camino expedito para que EHBildu sea la principal fuerza política en las próximas elecciones forales.

Salvando todas las distancias que existen entre Euskadi y Navarra, y entre el PSE-EE y el PSN, a mi juicio, el camino que debe transitar el socialismo vasco se asemeja bastante al que debería recorrer el navarro. Me explico.

A un extremo tenemos al PP, con una posición clara en Euskadi y un nicho electoral no muy alto, pero relativamente estable en los últimos 25 años. Hoy día, además, gobierna las principales instituciones alavesas. En el otro extremo estaría EHBildu, formación nueva en apariencia (injusta apariencia), también con una posición muy definida y gobernando decenas de ayuntamientos importantes y la Diputación en Gipuzkoa. Entre ambas esquinas, el PNV, gobernando Euskadi, Bizkaia y ayuntamientos en los tres territorios. Una formación que, bajo el envoltorio de la gestión rigurosa y culpabilizando a la herencia recibida, lo primero que ha hecho es presentar unos Presupuestos recortados un 10% sobre la fatalista base del “no hay alternativa”.

¿Y el PSE-EE? Habiendo sido tercera fuerza política en las últimas elecciones autonómicas – y tras haber sufrido sendos varapalos en las locales y en las generales un año antes –, no gobernando ni diputaciones, ni más de 6 ayuntamientos vascos, ¿debe empezar a acordar con el PNV por “el bien del país” o por la “delicada” situación? ¿Acaso “el bien del país” no importaba de 2010 a 2012, cuando el gobierno del PSE-EE era torpedeado por las diputaciones? ¿No era también entonces “delicada” la situación? Además, el PSE-EE entregaría de forma gratuita (e injusta, otra vez) la bandera de la alternativa de izquierdas y de la crítica social a EHBildu, siempre que ETA no vuelva.

Esto en cuanto al modelo de oposición en lo socio-económico, pero también hay un importante hueco que rellenar en materia de regeneración política en Euskadi. Aunque los escándalos navarros no tengan sus equivalentes vascos (no al menos en este momento), la desafección hacia la política y las instituciones no tiene a la corrupción como única causa; son muchas, muy variadas, y también se dan en Euskadi. Y este es un importante flanco que si el PSE-EE no cubre de inmediato, serán otros quienes lo hagan.

Pienso, en definitiva, que el espacio del PSE-EE pasa por abrirse a la calle con nuevos referentes sociales y presentar sendas alternativas progresistas en materia socio-económica y en el campo de la regeneración política. Este sí, un espacio común con el PSN.


(Artículo publicado en Diario Vasco, 13.04.13)

domingo, 14 de abril de 2013

Miopía

Julio Herrero Romero. @HerreroJulio jherrero2007@gmail.com

Está claro que Euskadi es un país de disensos. Es difícil encontrar asuntos en los que haya un acuerdo general, aunque sea de mínimos. Bien sea la enseñanza de idiomas en la educación pública, bien la propia ponencia de paz y convivencia en el seno del Parlamento Vasco, no hay manera de que todos se pongan a trabajar sobre bases comunes.

Lo de la educación tiene miga: ni siquiera consensuan si debe llamarse “trilingüe” o “plurilingüe” que posiblemente debe de ser una diferencia de mucha enjundia pero que los no entendidos creemos integrada. Intuyo que la cosa debe de ir si hay que ser vascoparlante antes de emprender otras inmersiones o simplemente aprender las tres lenguas simultáneamente. La política es lo que tiene: magnifica lo accesorio y olvida lo sustancial, que en este caso es que lo jóvenes puedan expresarse adecuadamente en las lenguas que necesiten. Me temo que tal como están las cosas habrá que añadir alguna otra: alemán, chino, brasileño o catarí.

Lo de la ponencia es todavía peor ya que se había llegado a un acuerdo previo al aprobar las conclusiones de la etapa anterior. El “suelo ético”. Y ahora es el PP el que no asiste por…ni ellos mismos se aclaran. Miedo a que el “relato” modifique aquellos puntos básicos alcanzados: no puede haber olvido de las víctimas, ni justificación de una violencia pasada. Y es impensable que esto ocurra por mucho que algunos quieran justificar en la falta de “diálogo político” las atrocidades cometidas, u otros, los crímenes de estado en la “situación vivida”.

No hay tampoco acuerdo en la política fiscal, ni en los presupuestos del gobierno y de otras instituciones, ni en qué hacer con las “preferentes” ni con los “desahucios”. No hay acuerdo en si somos una nación, o un pueblo, o un Estado, o nada. Lo único que parece suscitar unanimidad es que la situación es crítica, que a este paso el tejido social se descompone y que los recortes, ¡por fin!, son un desastre que nos lleva a la ruina. Miles de personas se lanzan a la calle pidiendo soluciones, cientos de empresas cierran por falta de crédito, y los sindicatos evitan estar juntos por el color de sus banderas y no unidos en la defensa de los trabajadores. ¿Cuánto tiempo tardaran en darse cuenta de que si las instituciones no resuelven los problemas, la sociedad prescindirá de ellas?


(Publicado en Diario Noticias de Álava, domingo 14 de abril)

miércoles, 10 de abril de 2013

El "escrache" de ETA

Aurelio Romero. Vitoria-Gasteiz. @romeronomada


Andábamos estos días intentando valorar dónde empiezan y dónde acaban los límites de la expresión crítica de la sociedad a través de sus manifestaciones publicas y hasta qué punto la presión sobre los políticos conocida como escrache entra en el terreno de lo que consideramos violencia. Y esa valoración se empieza a abrir camino a partir de que el Partido Popular primero directamente y después a través de voceros cómplices acusa a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) de engordar los manifestantes del entorno de EH Bildu a favor, al menos, del retorno de los presos etarras al País Vasco.

Antes, sin acudir a extranjerismos, al escrache lo llamábamos acoso. Recupere por tanto su nombre castellano porque conocemos bien ese significado, en nuestra historia pasada y en la más reciente, desde las manifestaciones de los obispos contra las leyes sociales a las charangas contra las sedes del PSOE entonces gobernante.

Toda la sociedad se resiente con la violencia, aunque afecte directamente una sola persona, como bien hemos aprendido tras cincuenta años de actividad de ETA en toda España, más de treinta conviviendo con la opresión franquista. La violencia transforma la vida, que no transcurre igual y convierte el futuro en un hilo incierto. También hemos aprendido con toda su gravedad que esto que llamamos crisis financiera de los últimos tres años persigue el beneficio sectario de los más poderosos, en un nuevo/viejo modo de acoso social a los ciudadanos que busca nuestra entrega, hundir la razón de ser ciudadanos que hace tan poco que conseguimos.

LOS DEMONIOS EN LA PUERTA

El Partido Popular y sus comparsas juegan al juego de las intrigas y confunden intencionadamente los objetivos de la movilización social de la PAH contra esa inmoralidad mayor en letra pequeña de la burbuja inmobiliaria y equipara presos e hipotecas situándolos en el mismo rasero y en una supuesta cohabitación de intereses. La protesta social contra las secuelas humanas de la burbuja inmobiliaria las mezcla con esa otra reivindicación de la izquierda abertzale más radical: la deuda de ETA con las víctimas se debe considerar época pasada, sin memoria presente y el futuro individual de los presos forma parte de esa condonación conjunta de la pena. Amnistía y borrón.

Los “hipotecados” por aquellas ansias de mejora social para beneficio de las finanzas ha dejado en el camino muchas víctimas desclasadas, regresadas o extraterradas, como decía Benedetti, y un sentimiento solidario ha llevado a la movilización a su favor, a la espera de que el Parlamento y los partidos mayoritarios encuentren una respuesta clara a una crisis real. Esta rancia derecha gobernante intenta trazar un lazo entre unos y otros y acosa y demoniza ambas reivindicaciones de un solo golpe, cualquiera que sea su ámbito, fortaleza o la opinión que cada cual podamos tener sobre dichas situaciones.

Hasta ese debate nos ha conducido el PP, como forma de escapar de su responsabilidad virginal en la crisis o frente a la crisis y de quitar del foco de atención su falta de respuesta como Gobierno a la crisis de las hipotecas y la resolución final a la violencia etarra que aún llevamos prendida del cuello y la memoria.

EL AVISO DE ETA QUE EL PP ESPERABA

Oportunamente, con puntualidad casi anunciada, como si el PP hubiera extendido previamente la intencionada consigna contra la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), ETA hizo público su nuevo comunicado que daba respuesta a los silencios que EH Bildu ha mantenido ante quienes le han exigido el repudio de la violencia, reconstruir la memoria para dar salida final a la serpiente del odio y recuperar el encuentro y la convivencia social. ETA unió el significado clandestino de su capucha en protagonista junto a un Gobierno que acosa al conjunto y en especial a los más indefensos. Y han protagonizado ese viejo hábito de amedrentar a todos cuando sólo la voluntad del Gobierno y ETA deciden el final. Desde su refugio, los portavoces enmascarados reclamaban en tono mayor una negociación que se ha roto y coincidía con la preocupación prioritaria del PNV por salvar el barco de su primer presupuesto como Gobierno de Euskadi. Cuando declararon unilateralmente el alto el fuego para dar paso a EH Bildu y Sortu, el lehendakari Patxi López andaba por Estados Unidos y ahora el comunicado pilla al lehendakari Urkullu con los pies hundidos en una minoría que le deja a la puerta de un minoritario PP y sus recortes. A veces parece que quien dirige los destinos colectivos está en un lugar menos preciso cuando más se precisa su presencia.

La organización terrorista, viva aunque le duela la herida, ha querido repetir su vieja estrategia de expandir el miedo a toda la sociedad días después de que la portavoz parlamentaria de Bildu, Laura Mintegui, recordara que el origen de la violencia es político, y el asesinato también. Todo ello a las puertas de un repetido debate sobre la Ponencia de Paz en el Parlamento, donde las voces ya rebotan contra los escaños.

Esa amenaza de la violencia mayor, la del asesinato, en unos tiempos que ya creíamos nuevos, es un repentino acoso sobre una sociedad a la que mayoritariamente le preocupa su futuro, si consigue sortear el presente, y en gran parte mira hacia otro lado sobre la historia porque le duele tanto el pasado que prefiere adivinar un futuro cogido con alfileres.

Acabada socialmente o derrotada políticamente, ETA anunció hace 19 meses y sabe que su final es posible, tanto como que la apuesta política de la izquierda radical aún dividida –EH Bildu y Sortu- es su única salida y a la vez su mayor debilidad, porque las coaliciones nacionalistas radicales son el frontón donde la sociedad centra su apoyo o su desprecio a la violencia, incluso la verbal. Aunque con su anuncio el fuego inició un camino cuyo final no controla, es la sociedad la que reclama de los gobernantes la capacidad suficiente para superar ese pasado, y a los inequívocos entornos de ETA y a ETA misma le exige el empuje final. Todo ello, desde la desconfianza que la derecha genera con su acoso social por el Gobierno y desde la desconfianza hacia el terrorismo por el futuro inmediato, como los dos últimos comunicados ponen de relieve.

Un final que no se podrá escribir desde el paso del tiempo sino con la mirada puesta donde más duele, sobre quienes directamente piden nuestro voto, estén donde estén, en medio de este escrache que encubre tanto equívoco intencionado.

jueves, 4 de abril de 2013

Lluvia de lágrimas

Julio Herrero Romero. @HerreroJulio jherrero2007@gmail.com



Media España llora de dolor porque no ha podido “procesionar” a los pasos de su devoción a causa de la lluvia, mientras la otra media sigue llorando con el dolor de la crisis que la ha llevado al paro y a la desesperación. ¡Tremendo país éste siempre con lágrimas!, pero mientras los primeros lloran por causas claras, con responsables concretos como son las nubes, los segundos siguen sin entender la razón por la que tienen que ser ellos los que paguen los platos rotos sin que los culpables asuman su responsabilidad. La asuman y la paguen.

Esto ya es demasiado, aquí muchos se lo han llevado y a los demás nos toman por tontos, y si usted protesta, manifestándose ante la casa, el partido o el banco, de los responsables, por acción u omisión, de su tragedia, ya vendrán los guardias con órdenes de ese ministro del Interior tan católico y practicante, a pedirle la documentación; y si hace al caso, pasarle por el cuartelillo a tomarle la filiación: “por lo que pueda ocurrir”, que hay que tener mano dura con los que insultan a nuestros próceres, no vayan a pasar al acoso y les provoquen una crisis de ansiedad.

Todo el mundo tiene derecho a manifestarse, pero con orden – que diría la delegada del gobierno en Madrid – no le vayan a tomar por filoetarra o cosas peores, si es que las hay. Santa indignación, sin duda, han de tener los políticos del PP – al menos los que hemos visto por la tele – que ven turbada su paz y tranquilidad por los gritos y caceroladas de aquellos que han perdido su vivienda, o sus ahorros de toda la vida. ¡Qué culpa tendrán ellos, y los otros!, se limitaron a asistir a los consejos de administración de las cajas que fueron a la quiebra, a votar en el Congreso las leyes que de injustas pasaron a ilegales tras la sentencia de los tribunales de Europa, a no mover un dedo por atajar una situación que iba al desastre. Siguieron las indicaciones de sus partidos, de sus aparatos de poder, náufragos de la razón obsesionados por salvar sus naves sin ver el acantilado hacia el que se dirigían.

No sacar a los santos cuando llueve parece ser la consigna. Tranquilo Sr. Rajoy tras la pasión viene la resurrección y siempre que ha llovido a escampado, sobre todo para algunos.


(Artículo publicado en Diario Noticias de Álava el 1 de abril de 2013)