jueves, 6 de junio de 2013

Fe, dios y austeridad

Javier Rodríguez. Vitoria-Gasteiz. @jrr_gasteiz

Ayer domingo 2 de junio leí una entrevista en El País a Carmen REINHART, Catedrática de Harvard Kennedy School, y autora junto con Kenneth Rogoff, del informe económico que asegura que a mayor endeudamiento público, menor crecimiento del PIB.

Cualquier instrumento puede convertirse en un arma dependiendo de las manos en las que caiga, y este informe, sobre cuya rigurosidad surgen dudas no es una excepción. En efecto, paladines de la austeridad (o asfixia según se mire) económica como Wolfgang Schäuble están utilizando este informe para justificar los recortes que se están llevando por delante décadas de avances sociales.

Y si nos fijamos en España, podemos ver de forma muy clara la puesta en práctica de una serie de políticas que utilizan el informe de Carmen Reinhart como justificación para todos los recortes. El único objetivo es reducir el déficit. Un déficit producido por la deuda que tiene el país; deuda que, tal y como asegura el informe, cuanto mayor sea menor será el crecimiento del PIB. Bien, parece que nos acercamos a la cuadratura del círculo de la austeridad.

A mayor deuda menor crecimiento, y si crecemos menos, no podemos generar empleo… ¿por qué? Porque si no se crece al menos a un 2%, no se genera empleo neto. Sí, muy bien, pero¿por qué un 2% y no otra cifra? ¿por qué un déficit del 3% o del 2,5% y no otro? Pues porque así lo marcan los indicadores y punto. De modo que interiorizando estas cifras como si fuesen nuestro credo, comenzamos a vislumbrar que la única solución pasa por reducir la deuda, para lo que es necesario dejar de “gastar” en lo que la economía tradicional entiende como “gasto”, que son los derechos sociales como la educación, la sanidad, las infraestructuras públicas, etc…

Ahora sí, ya hemos cuadrado el círculo de la austeridad. Dejamos de “gastar” en lo público de manera que reducimos nuestra deuda, y al reducir nuestra deuda, voilà! El PIB aumenta, por lo que aumenta el empleo (eso sí, si se llega a un crecimiento del 2% si no, no). Al haber más personas empleadas, hay más personas con dinero… Para consumir, lo que a su vez genera más empleo, que genera más consumo, que genera más empleo…

Y así, con políticas de austeridad, todo vuelve a su equilibrio.

Oye, y ¿qué pasa con la deuda privada asumida por el gobierno y que está realmente lastrando la economía? Bueno, la austeridad es un círculo, pero con algunas aristas sin importancia. No olvidemos que la economía tradicional utiliza términos como “gastar” en lo público e “invertir” en lo privado.
¿No lo veis claro? Yo tampoco. Es más, me atrevo a decir que lo que sí comienzo a tener clara es la relación entre políticas de austeridad y personas de carácter conservador, porque hace falta ser muy creyente y estar acostumbrado a hacer actos de fé para confiar en que estas medidas nos van a llevar a buen puerto.
No solamente no veo claro la eficacia de los recortes, sino que me preocupa enormemente que una inmensa mayoría de la ciudadanía hayamos metabolizado unos objetivos puramente monetarios y de carácter cuantitativo como factores válidos e incuestionables a la hora de medir el éxito de una economía.

Como comentaba, asumimos que necesitamos cumplir un determinado nivel de déficit, y que necesitamos crecer a un determinado ritmo, y que necesitamos mantener otra determinada relación entre exportaciones e importaciones, pero no estamos acostumbrados a escuchar cuál es el destino que debe tener el dinero. ¿De qué sirve obsesionarse por el crecimiento si el dinero de que se dispone no se destina a los ciudadanos y ciudadanas?

¿Podemos considerar como éxito el crecimiento de un país como China porque sea del 8%?
En mi opinión no, puesto que una cifra no puede representar el único factor de evaluación del éxito, sino que debemos comenzar a introducir, todos nosotros y nosotras, en nuestro día a día, otros criterios de carácter cualitativo como son el uso que se haga de ese crecimiento.

El crecimiento del PIB no tiene ningún valor por sí solo y no es un objetivo justificable sobre todo si se consigue a base de aumentar las desigualdades sociales, de dañar el medio ambiente… Debemos ir introduciendo en nuestros criterios de evaluación factores que no sean sólo cuantificables monetariamente. En su lugar, hemos de utilizar factores que midan el éxito de una región o empresa por su calidad. A saber, que la diferencia de salarios entre empleado con cargo y operario no sea excesiva, lo que permitiría contratar a más personas. Que la producción se haga con respeto al medio ambiente, o que cuente con un buen ambiente laboral… Por poner algunos ejemplos.

En definitiva, es buen momento para comenzar a pensar que la acumulación de capital no debe ser el objetivo porque no aporta ningún valor a la ciudadanía y que en lo que debe convertirse, el capital, es un instrumento para beneficiarnos a todos y a todas.

Podemos cambiar las cosas, no esperemos a que lo hagan los demás por nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario