domingo, 2 de junio de 2013

Huelga General

Julio Herrero. Vitoria-Gasteiz. @HerreroJulio

¿Es razonable hacer una huelga general? A estas alturas de la crisis esta pregunta se ha formulado por muchas de las personas que el pasado día treinta tuvieron noticia de la convocatoria realizada por algunas centrales sindicales y otros grupos sociales. ¿Pero, sirve para algo? Porque, no cabe duda, que el esfuerzo, no solo económico, que participar en una huelga supone, es grande y costoso. Si además la acción tiene un fin básicamente reivindicativo pero sin llevar aparejado una propuesta concreta, las dudas son aún mayores como lo han expresado diversos comentaristas.

Algunos muy críticos con el sentido “político”, que de una forma despectiva quieren ver en esta llamada sindical, acentuado con las palabras del líder de ELA cuando se refería a que “el Parlamento estaba en la calle” y no dentro del edificio que en esas horas celebraba una de sus reuniones. ¿Son los sindicatos organizaciones políticas o simplemente laborales, gremiales, de defensa de los trabajadores, a la antigua usanza?

Se hace precisa una revisión de los conceptos, empezando por reivindicar el sentido de la “política”, no como algo ajeno a la sociedad, manejado por algunos elegidos o designados, sino como la legítima forma de participación del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo. Desde este punto de vista, es evidente que los sindicatos y otras organizaciones sociales, intervienen en la política legítimamente y sin que tengan que excusarse por ello.

En los momentos actuales, con una crisis evidente de los partidos como instrumentos de participación política, debido a sus propios errores organizativos y falta de transparencia, las organizaciones sociales toman el relevo en muchas de las demandas, e incluso en la resolución de problemas, que aparecen por la dejación a la que asistimos, del papel de los Estados. No quiere decir ello que sean los sindicatos el mejor ejemplo de organización democrática, ni mucho menos. Lastrados en ocasiones por los favores “debidos” a los gobiernos que los subvencionan, dada su carencia de afiliación y por tanto de financiación, se mueven en ese difícil equilibrio de “denunciar pero sin faltar”. En estas circunstancias es cuando la huelga general adquiere su verdadero valor como repulsa ciudadana, última e desesperada.


(Artículo publicado en DNA 02.06.13)

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