martes, 5 de junio de 2012

De borrachos que buscan llaves bajo la farola

Chicas, chicas: agarraros que vienen curvas. En el hipotético caso de que pagáramos todos, el agujerito del esperpento Bankia nos va a salir, cuanto menos, a más de 500 euritos por barba. Y ya hemos asumido — bravo por la manipulación a la que se nos somete— que así ha de ser. En fin, Gora Islandia! Ojala sólo sean éstos 500, porque visto el carrusel de trolas con las que el chiringuito patrio nos inunda a diario, a saber qué novedad chusca ocupará los titulares de mañana.

Corren ríos de tinta más o menos bien documentados que dan muchas perspectivas de lo que está pasando en Bankia en particular y en el sufriente paisito en general. Los análisis que diagnostican la situación tratan de explicarnos lo que ha pasado y nos está pasando. La verdad, es que ningún achuchón o taran-tantán sistémico anterior del capitalismo habrá tenido tanta cobertura mediática y ciudadana como el síncope por el que transitamos. Luego felicitémonos al menos porque la ciudadanía — aunque se la estén calzando—, por lo menos está informada. (Es harina de otro costal el que lleguemos a entender realmente el tejemaneje que se ha urdido a lo largo de la acción de muchos años; pero bueno).

A la luz de lo que leemos y escuchamos, asusta que, por un lado, las recetas, tratamiento y estrategias que se barajan para nuestro paisito prometen más que el sangre, sudor y lágrimas churchilianos: un cambio de reglas de juego en toda regla, una involución democrática al cubo y una ruptura de facto del contrato social; y acojona, que por otro lado, desde la democracia liberal no seamos capaces de estructurar una alternativa al paradigma económico, ecológico, social y político capitalista actualmente imperante en la piel de toro y que nos ha traído hasta esta zozobra colectiva.

El deseo.

Me pregunto si será posible aspirar a nuevas políticas económicas, nuevos valores económicos, salirnos del capitalismo desde las instituciones democráticas liberales. Desde luego, es necesario. Porque ya se nos ha caído la venda de los ojos y vemos que otros caminos son necesarios. ¿Acaso podemos esperar honestamente que el turbocapitalismo tecnocrático hiperacelerado global en el que estamos nos sirva como herramienta para hacer personas ciudadanas libres con plenos derechos? Sabemos que no sirve y que su deriva nos lleva hacia un estadio bien diferente. Lo que no sabemos es cómo superarlo y trascenderlo.

Las democracias liberales están siendo fagocitadas y metamorfoseadas por una loca máquina omnicomprensiva hiperproductivista que es el capitalismo, que reduce la persona a útil de producción prescindible, manipulable, descartable, que convierte la persona en temerosa y neurótica competidora constante desde la cuna a la tumba, que arrasa con los recursos públicos (afecciones al medioambiente, socialización de pérdidas, garantías públicas para la inversión privada, endeudamiento públicos crecientes para garantizar deudas privadas fallidas, conglomerados tecnocráticos poderosos que vampirizan la acción pública para promover intereses económicos privados espurios… que cada uno se busque su ejemplo, que abundan)…

La Izquierda liberal tiene la responsabilidad histórica de ver y dar a conocer esta realidad y vencer las resistencias a estos discursos que ponen la atención en la superación del sistema capitalista que asociábamos a utopistas cultos de salón afrancesado. Porque chicas, chicos… Con esta no-crisis-sino-cambio-de-modelo, nos han pintado en patio del recreo de negro tizón — como los cojones de un grillo — y creo que seguimos creyendo que se trata de un nubarrón pasajero.

El borracho en busca de sus llaves.
Seguimos apegados a las herramientas, a las formas de funcionar, a un campo de juego conocido que ya ha cambiado, como el borracho que busca las llaves bajo el haz de luz de la farola, aunque sepa que se le han caído en la penumbra, en esa en la que no puede ver ni orientarse: que si austeridad, que si crecimiento, que si un poquito más de déficit, que si vencimientos laxos para las obligaciones de la deuda… Esto es urgente, pero no puede ser todo aquello que ofrezcamos porque hay cosas muy importantes a las que hemos de dar respuesta.

Apegados a las herramientas del pasado, echamos de menos un crecimiento económico y mientras, delante de nuestras narices, asistimos a una regresión en la distribución de la renta — a la chita callando — que me río yo de la involución del Fernando VII, salvando las distancias del momento histórico. Regresión en la distribución de la renta que se acrecienta con la mayoría de medidas que se están proponiendo para salir de la no-crisis-sino-cambio-de-modelo y volver a darle pedales a la máquina. En el pasado, hemos fallado al desear que el crecimiento llegara a las clases populares a partir de la abundancia, libertad y opulencia de los ricos. Esto sólo lo hemos conseguido en períodos históricamente cortos, a costa de especular, generar producciones y consumos insostenibles, endeudarnos y arrasar el territorio. Por no hablar de que era y es un modelo no universalizable: ahora, hemos de generar unos modelos válidos para todo el planeta y sostenibles en el tiempo; nuestro modelo de paisito, no lo era.

Necesitamos una linterna para recuperar las llaves de nuestra casa.Y en este ínterin, hemos hecho –hablo de las democracias liberales en general y de la Izquierda en particular-- dejación de nuestro deber moral de emancipar. Y emancipar es generar bienes públicos de calidad que lo permitan, no fomentar una inundación de bienes de consumo accesibles vía endeudamiento con la que crear la ilusión de que todos somos iguales.

Sólo somos iguales y libres de verdad si la cosa pública actúa y lo procura. Si no es el caso, accedemos a discursos publicitarios con los que nos identificamos y a los que emulamos. Así, nos creeremos iguales, pero no lo seremos porque la distribución de poder real es estructuralmente no igualitaria. Y con la mayoría de medidas que se están proponiendo para salir de la no-crisis-sino-cambio-de-modelo y volver darle pedales a la máquina, la emancipación y la distribución de poder, empeora y mucho.

Para vivir sanos, libres, iguales, conscientes, fraternos, necesitamos satisfacer necesidades reales y postergar cosas que deseamos porque así se nos induce para mantener la maquinaria en marcha… Necesitamos meterle mano sin complejos al reparto del pastel de la riqueza porque la regresión distributiva de la renta hace perder libertad real a mucha gente. Necesitamos volver al ritmo sereno, lento, nutritivo, pensante, sintiente, compartiendo vivencias, ayudándonos… Suena un tanto lili-moñas, pero es una resistencia que se puede superar. Lo que está claro es que seguir el camino trillado hasta ahora, será “de sentido común” a lo Mariano –qué miedo—pero demuestra un apego a lo viejo conocido muy perjudicial, que no ayuda a emancipar a la ciudadanía e insiste en convertirla en útil de producción para satisfacer las necesidades de un sistema capitalista.

Creo que ha llegado la hora de volver a los orígenes en el sentido de replantearnos el sistema a fondo: crecimiento para qué y para quién; la generación de riqueza ha de ir de la mano de su distribución equitativa; hemos de poder debatir qué necesitamos producir como sociedad; hemos de aspirar a derivar los incrementos de productividad a la libertad de las personas y no a la a la acumulación de capital; hemos de reclamar que la libertad económica no puede anteponerse a la emancipación de la ciudadanía; hemos de crear un sistema que requiera menos financiación exterior o menos recursos físicos que hayamos de detraer en detrimento del bienestar de otros pueblos; hemos de saber discernir lo necesario de lo superfluo; hemos de aportar análisis y herramientas que ayuden a la ciudadanía a ser más conscientes y libres…

Vale; el diagnóstico lo sabemos todos. Pero, ¿qué hacemos?
Lo jodido de la situación es que como el borracho bajo la farola, no sabemos qué pasos dar para encontrar nuestras llaves en la penumbra. Es una limitación frustrante de la Izquierda. Ya uno de sus padres, Carlos Marx, demostró que era brillante diagnosticando la perversión del sistema capitalista que aún hoy aprieta —si bien, de forma mucho más elegante que entonces— pero que sus alternativas no eran especialmente recomendables. Hoy, a falta de herramientas nuevas a aplicar desde las democracias liberales, ponemos parches, pomaditas, tiritas. Pero no abordamos la no-crisis-sino-cambio-de-modelo. Aspiramos a volver a darle pedales a la máquina cuanto antes, pero no nos atrevemos a bajarnos, porque el riesgo a lo desconocido y a sus posibles consecuencias nos atenaza. Da igual que lo viejo conocido nos ahogue y nos cambie el mundo y el paisito. El miedo a decidir y construir el cambio nos atenaza. Es lo que hay.

Pero la tozuda realidad nos está instando a responder a retos de enjundia: ¿Seremos capaces de articular una propuesta que cuestione el crecimiento sin distribución de la riqueza progresivamente equitativa? Sí, tenemos que decidir.
La salida a esta no-crisis-sino-cambio-de-modelo pasa olímpicamente de la distribución igualitaria de la renta tanto en el paisito como a nivel internacional, requiere de una división internacional del trabajo con vencedores y vencidos y nos hemos rendido a la evidencia de que ha de ser así. No, estamos decidiendo políticamente que así sea. Decidamos a la contra.
¿Seremos capaces de articular una economía de la sobriedad, en la que prime la persona como fin en sí mismo (7000 millones de fines en sí mismos) y en la que se integre sin excusas el respeto a los límites físicos para el sostenimiento de 7000 millones de personas? Sí, tenemos que decidir.

No hay planeta para el modelo de crecimiento que hemos llevado y que se está extendiendo a más población en el mundo. No necesitamos tanto el crecimiento como una organización social que priorice la satisfacción de las necesidades reales de la gente común; por cierto, cada vez más desatendidas por el modelo capitalista y el crecimiento económico. Hemos de decidir un cambio de modelo.

¿Seremos capaces de generar metanarrativas, valores, relatos nuevos a los actualmente imperantes en la ciudadanía y que nos ayuden a promover una acción pública emancipadora? Sí, tenemos que decidir.

Especulemos. Mientras hayamos de seguir anclados en la metanarrativa del Homo Economicus que actúa en el mercado desde el cálculo racional inmaculado —bien informa, libre y coerciones—, promovamos la información de la trazabilidad de todos los productos y servicios que nos hallamos prestos a consumir. Trazabilidad sobre qué insumos ha requerido, cuántos kilómetros ha recorrido, qué huella ecológica ha tenido, qué trato tienen los trabajadores que lo han hecho posible…

Se da la paradoja que en el turbocapitalismo que canta loas constantes a la libertad de movimiento de los factores productivos, no permite un flujo real de información que aclare la trazabilidad de lo que consumimos. Nos inundan con publicidad —también en nombre de la libertad de expresión— pero no informamos suficientemente de los productos para un consumo consciente de la ciudadanía.

¿Seremos capaces que explicar que la colaboración puede generar tanto como la competición? Sí, tenemos que decidir

Hay una metanarrativa muy cachonda que nos hemos tragado. Damos por supuesto que ante todo hemos de competir, porque —creemos— somos seres en liza constante y que, de ahí, la apabullante legitimidad capitalista, mero reflejo de nuestra naturaleza intrínseca. Venga hombre! Somos hijos de las Luces, y podemos crear nuevas formas de entendernos y gestionarnos. Y la cooperación, colaboración es una vía.

Salud a raudales para todas.

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