jueves, 28 de junio de 2012

¿ NAVARRA 1512 ?

En «notas gramaticales y toponimia no latina en Asturias, Cantabria, León y Palencia», Ramón Sordo Sotres describe que, según Plinio, los antiguos habitantes de lo que hoy es Asturias denominaban zeldones ~ thieldones  a los equinos que los romanos renombraron como asturcones y relaciona sin duda el termino con el vocablo euskara zaldi (caballo) en un obvio origen compartido con el alemán zelter.

Su importancia es tal que el investigador experto en toponimia y lexicografía lo define como el testimonio no epigrafito más antiguo de una lengua vasca o emparentada directamente con ella, y también de su fecunda relación intercultural tanto con las indoeuropeas como con el resto de culturas existentes.

Esta aseveración viene a coincidir con los numerosos hallazgos desenterrados por arqueólogos e estudiosos del tema, de tal forma que a día de hoy podríamos afirmar que existen evidencian más que fehacientes de esa interconexión existente desde los tiempos más remotos entre los de aquí y los de allí… y los de más allá.

Porque si algo debemos tener claro es que ya desde las más tempranas edades de la existencia humana, nos hemos mezclado y re-mezclado una y mil veces los unos con los otros amalgamando sabiduría y enfermedades por partes iguales, de tal manera que no va a ser nada fácil saber quien estuvo antes… o quien llego por detrás.

¿Quién desplazo a quién? ¿De quien es qué? ¿Y tú de quién eres hijo? ¿Y qué más da?

La Historia, tal y como la conocemos, no deja de ser más que un extenso puzzle incompleto de piezas que muchas veces se empeñan en no encajar, aunque algunos se aplican en darle extrañas formas para que a fuerza de aparentar, nos parezcan más autenticas. Aunque, la verdad, de tanto dividir termina siendo más incongruente.

Puzzle de medias verdades, de exaltación y ocultación a partes iguales, donde priman intereses de difícil calificación por encima de la exactitud de los hechos tratados y de los que, idiotas y estudiosos, todos acabamos siendo profanos. 

Así, por ejemplo podemos medio afirmar que allá por el año en el que Pelayo resistía en la santa cueva de Picos, un tal Enneco Enneconis, hijo de un tal Jiménez, llegó al primer trono de Pamplona gracias al apoyo de con quien su madre se había casado en segundas nupcias, un muladí islamizado a la lengua eterna e increada del Coran (y que parece poco probable tenga algo que ver con el bendito Euskera) para abrazar las costumbres musulmanas.

Medias afirmaciones, porque su hijo, García I, forzosamente educado en Córdoba, apresado por los vikingos y aliado del rey Ordoño I de Asturias, abandonó las antiguas coaliciones con los muladíes que habían protegido a su padre, para dedicarse a guerrear contra el Islam y, ”como quien no quiere la cosa”, puso las primeras piedras del archiconocido Camino de Santiago… una vieja senda que ya era recorrida en la Edad de Hierro por los Druidas Celtas de toda Europa en busca de los conocimientos ubicados allí donde el sol se hunde en el mar y la tierra llega a su fin.

Curiosidades o medias realidades interesadas. Como el hecho de que Sancho Garcés I ocupase ese mismo trono navarro con la ayuda de Alfonso III de Asturias, para luego invadir las tierras de Aragón ignorando a los que defendían el derecho a permanecer en ellas y ampliando sus fronteras por los cuatro costados mediante una serie de campañas militares hasta llegar a tierras riojanas.

Pero la Historia es tan incauta que alcanzada la máxima extensión del Reino de Navarra, abarcado casi todo el tercio norte peninsular, el testamento de su Rey Sancho Garcés III quisiera dividir ese enorme Reino Independiente entre sus hijos; esto es, Navarra para García Sánchez III , León para Fernando I de Castilla, Aragón para Ramiro I y Ribagorza y Sobrante para Gonzalo Sánchez. ¿Alguien duda de las causas de que el testamento paterno nunca fuera respetado y que cada hermano, dueño de los territorios que le fueron concedidos, entablase disputas territoriales con los otros herederos?

Historia incauta y muchas veces inoportuna. De lo contrario se hace difícil entender cómo puede ser que los propios navarros independientes, más o menos por el 1076,  no queriendo ser gobernados por quien parecía que le debía corresponder, eligieran como su rey a Sancho Ramírez…para incorporar el reino de Pamplona al de Aragón, talar los campos de Zaragoza, repoblar (¿o debo decir colonizar?) las hermosas tierras del Cinca. Tan inoportuna como que tan solo treinta años más tarde, ese mismo pueblo independiente, aclamara a su Rey (hijo del elegido) como el batallador porque «en Espayna no ovo tan buen cavallero que veynte nueve batallas vençió» y le permitieran autoproclamarse «Emperador de León y Rey de toda España»

Evidentemente, muchas veces la Historia no es como se cuenta sino como queremos que se cuente.

Y muchas son las cosas que han pasado en estos últimos ¿7.000 años? para contarlas tan a la ligera. Mucha agua y muchas vueltas… y vueltas… y vueltas. Y para bien y para mal, todas esas aguas, amalgama de enfermedad y sabiduría.

Por estos motivos, y por muchos más, me sorprendente (y no) que los ultras del nacionalismo defiendan sin ningún rubor que en los inicios del siglo XXI pueda pervivir una supuesta conciencia nacional entre los vascos y vascas, navarros todos, por la añoranza de un Reino Milenario que fue conquistador y conquistado… colonizado y colonizador.  A pesar de la podredumbre ideológica con la que se auto- alimentan, sorprende, y no, que se crean que en el fondo de episodios como las Guerras Carlistas subyace la tensión entre una nación conquistada y el estado que la oprime. Tan sorprendente, y no, como afirmar que la participación vasca en el genocidio indígena de las ocupaciones en América era producto de nobles navarros sometidos a la Corona Imperialista.

Sorprende, y no.

Pero de lo que estoy seguro y no debe sorprender a nadie, es que en 1512 se engendraron las mayores de las atrocidades imaginables en el santo nombre de la patria y bajo banderas de múltiples colores. Pero espero que tampoco nadie se sorprenda por mi siguiente afirmación sobradamente contrastada;

… estas atrocidades, ni fueron más crueles, inhumanas y sanguinarias que las que se promovieron antes… ni más que las que se obraron después en nombre de naciones y nacionalidades…

¡Qué pena que hayamos perdido el bello y fecundo origen de los thieldones!!!!


Escrito por Tony: landaigo@gmail.com

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