lunes, 2 de julio de 2012

La izquierda y las lenguas: el euskera

En la pasada campaña francesa para las elecciones presidenciales, el candidato del Frente de Izquierda Jean-Luc Mélenchon, en su afán por defender los símbolos de las referencias históricas francesas propugnó la defensa exclusiva del francés, aludiendo al mérito de esta lengua en la unificación del país. Pero dicha unificación ha sido a costa de la práctica desaparición del resto de las lenguas de Francia.

Mélenchon sigue la visión clásica de la izquierda jacobina francesa: las lenguas son simples sistemas vehiculares, y por tanto, las clases populares si hablan el mismo idioma estarán más y mejor cohesionadas. Sin embargo, las lenguas son mucho más que sistemas vehiculares o meros sistemas de comunicación o intercambio de informaciones. La lengua es un engranaje muy complejo en el que se estructura el pensamiento. Por tanto, la diversidad lingüística supone diversidad del pensamiento humano. Mélenchon y la izquierda francesa, en coincidencia con la derecha, tradicionalmente han contrapuesto la universalidad a la exclusividad, convirtiendo, en lo que atañe a la cuestión lingüística, la égalité republicana  en uniformización, planteamiento propio de una visión decimonónica del Estado, que conlleva el monolingüismo del Estado y, finalmente, la gradual desaparición de las otras lenguas pertenecientes al patrimonio lingüístico y cultural de la nación. Todavía hoy, en el país vecino son muy pocas las experiencias de enseñanza de las lenguas minoritarias dentro del sistema educativo. Gracias al apoyo del Gobierno de Aquitania se enseña el euskera en algunos niveles en el País Vasco Francés.

El actual presidente, François Hollande, por el contrario, dijo en campaña que ratificaría la Carta Europea de las Lenguas Minoritarias o Regionales. El reconocimiento de la diversidad lingüística sí supone un tratamiento diferenciado de las lenguas en el seno de un mismo territorio, pero ello no implica ir en contra del principio de igualdad, razonamiento que esgrimió Mélenchon para pronunciarse contra la Carta Europea de las Lenguas ratificada en 1992 por los estados miembros del Consejo de Europa. Una visión europeísta como la de Hollande considera que la integración en Europa debe darse desde el respeto de la diversidad también en lo que respecta al patrimonio de las lenguas.

En la CAV tenemos dos lenguas oficiales y ambas son igualmente nuestras. El castellano, además de ser la oficial del Estado, la habla la inmensa mayoría de los vascos. El euskera es nuestra lengua privativa, hablada por una minoría de la población, minorización que impide a la población bilingüe utilizar el euskera en muchos ámbitos de su vida social; este es el motivo que hace necesaria una política lingüística de promoción del euskera que busque, no la prevalencia de uno u otro idioma, sino justamente garantizar la igualdad de la ciudadanía en esta materia. A pesar de que hay quienes quisieran convertir esta política lingüística en arma arrojadiza y marcar contradicciones que en la realidad están superadas, creo que los vascos venimos demostrando que somos capaces de una convivencia armónica entre nuestros dos idiomas.

Eso no significa que en el País Vasco, desde que se empezaron a desarrollar políticas lingüísticas para conseguir una normalización del uso de la lengua vasca (en noviembre de este año se cumplirán 30 años de la aprobación de la ley marco en esta materia) no haya habido y siga habiendo planteamientos dispares, y a veces enfrentados.

Para los nacionalistas vascos, tanto de derechas como de izquierdas, el euskera está siempre en el núcleo duro del discurso identitario. Por su parte, entre las fuerzas no nacionalistas la opinión respecto a la necesidad de promover políticas públicas de promoción del euskera no es en absoluto unánime.

El Partido Socialista de Euskadi siempre ha defendido avanzar de manera paulatina en el conocimiento y uso del euskera, pero respetando las opciones lingüísticas de la ciudadanía, lo que significa, por ejemplo, un rechazo absoluto a todas las medidas coercitivas y punitivas en materia lingüística, que ademas consideramos podrían ir en detrimento de la visión mayoritariamente positiva que tiene la sociedad vasca sobre el euskera y su promoción institucional.

El PSE ha sido una pieza clave en la normalización lingüística de este país, tanto cuando participó en un gobierno de coalición con la cartera fundamental de Educación  como desde la oposición o como, actualmente, en un gobierno en minoría. Si el Partido Socialista hubiera adoptado en su momento la visión de la izquierda jacobina francesa arriba mencionada se habría opuesto al reconocimiento implícito del euskera en el Estatuto de Autonomía o a la Ley de Normalización del Euskera, y en ese caso el proceso de recuperación de la lengua vasca habría quedado exclusivamente en manos de los nacionalistas. En ese caso la cuestión lingüística sí se habría convertido en un arma arrojadiza, y el consiguiente conflicto lingüístico habría causado seguramente una grave fractura social. Por el contrario, gracias al apoyo y a la contribución del PSE-EE, la Ley de Normalización del Euskera obtuvo el consenso de la gran mayoría de las fuerzas políticas y terminado convirtiéndose en un elemento de integración y de cohesión social que causa interés en otros países y podemos exhibir como modélico a nivel internacional.

El respeto a las opciones lingüísticas de los ciudadanos por parte de los socialistas vascos ha sido en muchos casos defendido con mucha fuerza y tesón, pero ha faltado en todos estos años una mayor evidencia pública de su implicación, debido al planteamiento de una parte no pequeña de la militancia socialista de dejar hacer o mirar hacia el otro lado.

En este momento, en cambio, el socialismo en Euskadi asume y defiende activamente la normalización del euskera, no por razones identitarias o históricas, sino en respuesta a la voluntad mayoritaria y democrática de la ciudadanía vasca. Se puede ser euskaldún y euskaltzale sin ser nacionalista.

El PSE-EE ha desarrollado una labor fundamental en la normalización política de este país. Muchas veces apoyando claramente medidas legales, otras veces dejando hacer, y en ocasiones actuando como colchón entre las distintas sensibilidades. En todo caso, siempre ha sido clave para evitar fracturas que seguro hubieran supuesto importantes retrocesos en el proceso de normalización.



Escrito por Lurdes Auzmendi

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