jueves, 19 de julio de 2012

Aires de Novecento

Dicky del Hoyo. Bilbao.


En días como estos, en los que el recurso a la rebeldía tendría que ser más necesario que nunca, me acuerdo de Novecento. Hace mucho que ví película de Bertolucci. Cuando la recuerdo, me da la impresión de que era un film excesivamente maniqueo. Casi una acción de propaganda. Con los malos, los patronos, malísimos y con unos obreros explotados de manera salvaje. No se si visto desde nuestros tiempos, la situación que refleja Bernardo era lo real, o la historia era un cromo panfletario. Posiblemente si hoy en lugar de mirar nuestras fábricas, nos vamos a Vietnam, a Marruecos o las empresas chinas donde fabrican nuestros flamantes ipads habrá más de un patrón como el sádico fascista Attila Mellanchini.

Somos de una generación, de un tiempo y circunstancias que, en líneas generales lo ha tenido muy fácil: cuando estás cómodo es normal que te adormezcas. Si miro hacia atrás veo a mi abuela, viuda, sirviendo cuarenta años casas de la burguesía de Negurí. Cuidando a los hijos de los demás y sin un sólo minuto para ocuparse de los suyos. O a mis padres afrontando una incierta emigración, en el otro extremo del mundo, para dar de comer a sus hijos. Por otra parte, siempre me acordaré la frase de un conocido, que de tendencias de izquierda, en el momento que triunfó en los negocios y empezó a vivir bien me dijo que en ese mismo instante cambiaba de voto, viraba a la derecha. Nunca entendí eso.

Son tiempos confusos pero por eso, nuestra capacidad de responder a los retos debe ser más elaborada. Lo que tengo claro es que nadie va a llegar de manera mágica a solucionar mis (nuestros) problemas. Hay muchas vías para enfrentarse a un cambio de ciclo pero no todas suponen que al hacerlo perdamos todo lo que antes conquistaron los que nos precedieron.

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