lunes, 16 de julio de 2012

El futuro vasco y el exceso de principios del PP

Juan Carlos Alonso. Vitoria-Gasteiz.


En realidad no me molesta que el Partido Popular mienta. Lo hace tan habitualmente que ya se ha convertido en parte del paisaje. Lo que realmente me irrita es que nos tomen por gilipollas. Es una tentación en la que incurren de forma reiterativa y contumaz.

Lo hicieron cuando convencieron por unas horas a todos los medios de comunicación españoles de que era ETA la responsable del atentado de Atocha. “-¿A quién creeremos?, preguntaba Aznar indignado ante las cámaras de televisión, ¿a Otegui o al Ministerio del Interior del Gobierno de España?” -Pues a Otegui, cantamañanas, le respondía la gente después de haber acudido a Le Monde y al The Guardian buscando respuestas ante la mentira orquestada desde el Ejecutivo español.

Aquellos días me sentí como cuando en las casas se escuchaba Radio Pirenáica ante la cerrazón informativa del régimen franquista. Y volví a sentir idéntica sensación cuando escuché a Mariano Rajoy, una vez más mintiendo a sabiendas, celebrar el rescate bancario como si nos hubiera tocado el bingo universal, antes de largarse a ver a la Roja a Polonia.

En esta ocasión el pitorreo fue de dimensión mundial. El “You say tomato, I say boil-out” del Financial Times fue como para pedir la baja. Como para borrarnos y nacionalizarnos en las Islas Salomon. Bueno, tampoco. Mejor en la Isla de Nunca Jamás, donde nadie crece y todos permanecen con la edad de la inconsciencia forever and ever.

Tendríamos que exigir daños y perjuicios a nuestros representantes públicos cuando dicen estas falacias en público, para sonrojo del respetable, pensando que la audiencia es subnormal. Y cuando apuestan a que sus votantes ni leen prensa internacional, ni la salmón, ni el listín telefónico. Y que como son tontos de baba –piensan sus avezados asesores de comunicación- no se van a coscar de la farfolla dialéctica que les soltamos.

¿A quién le importa hacer el ridículo mundial si la prensa adicta te salva la cara y te convierte en referente mundial contra la crisis? ¿A quién diantres le importa la imagen de España ante Europa o ante Estados Unidos, si total sólo les entienden cuatro listos? Se dirá Rajoy.

Desde luego hemos de concluir que al Gobierno de la piel de toro no le importa nuestro patético ridículo mundial. Porque todo lo arreglan entre la Roja, Nadal y Fernando Alonso. No es de extrañar que nos degrade Fitch, Moodys, y hasta el presidente del Foro de Brasil del Medio Ambiente, convirtiendo a nuestro Presidente Rajoy en Prime Minister of The Solomon Islands.

Del mismo modo, Basagoiti en Euskadi se apunta a las poses y patalea ahora insistiendo en que Sortu es ETA; y se cisca en el criterio del Tribunal Constitucional. Y Alonso vaticina que es el primer día de la cuenta atrás para su ilegalización. Mientras tanto, su verso suelto Maroto se monta orgías de pactos para desayunar un día si y otro también con Bildu navegando en la coyuntura con una naturalidad pasmosa más propia del siglo XXII.

Y es que lo realmente asombroso del PP vasco es que andan sobrados de principios. Tan sobrados que utilizan unos para reunirse con COVITE, otros para pactar con BILDU en la Vitoria promiscua de Maroto –políticamente hablando, entiéndase-, y otros para negociarse la cartera con el PNV en la Ley de Cajas. Que una cosa es defender el solar patrio y otra ser tonto.

Y es que esto de modular el mensaje –falsear la realidad, sin eufemismos- se ha convertido en el modus operandi de la derecha. Donde dijeron digo, dicen diego. Pero lo hacen con tal desenvoltura que pareciera que no son ellos, sino el mundo y las hemerotecas los equivocados. Como si los principios no existieran sino en función del contexto. Y como si todo lo que fuera imprescindible hoy, pudiera resultar prescindible mañana.

En España, la mayoría absoluta y la prensa adocenada y cortés -salvo honrosas y escasas excepciones- hace posible maquillar los efectos colaterales de las decisiones semanales del Consejo de Ministros. Pero en Euskadi asistimos a un momento trascendental para nuestro futuro y no estamos para francotiradores.

El PP, y especialmente el vasco, debiera preguntarse qué quiere ser de mayor. Si el agitador del fantasma de España, con acento en la primera ‘a’; o si se apunta y arrima el hombro en la reconstrucción de la democracia vasca tras la derrota de ETA. Pasó el tiempo de la política de brochazo. Es el tiempo del pincel, y de trenzar la paz con hilo fino, como si de una alfombra afgana se tratase.

Es cierto que las trincheras imprimen carácter. Pero ha estallado la paz, señoras y señores, y toca recomponer, construir convivencia, preservar y redactar con lealtad y veracidad el relato del sufrimiento. Y para eso sobran las mentiras de manejo de coyunturas; están de más los opositores a don Pelayo; y faltan hombres con sentido de estado. ¿Quién se apunta?

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