Óscar Rodríguez Vaz. Vitoria-Gasteiz
Página
14, segundo párrafo: "Para los antiguos griegos, los dioses castigan el
orgullo de las personas que quieren ocupar su lugar y creen que pueden
decidirlo todo. Para los cristianos, el hombre carga desde que nace con
el pecado original, que limita seriamente sus aspiraciones. Los
habitantes de los países democráticos modernos no creen necesariamente
en los dioses ni en el pecado original, pero el papel de freno de sus
aspiraciones lo desempeña la propia complejidad del tejido social y del
régimen democrático, las múltiples exigencias que éste tiene que
concilair y los intereses divergentes que intenta satisfacer. El primer
enemigo de la democracia es la simplificación, que reduce lo plural a lo
único y abre así el camino a la desmesura".
Este
párrafo me enganchó a un ensayo que habla del pasado, muestra un
compromiso con el presente, pero que sobre todo, en mi opinión, da una
serie de pautas de lo que no debe ser el futuro. Y para evitar un futuro
indeseable no debemos protegernos de fantasmas, de manos negras, del
otro, del enemigo exterior. No, nuestros mayores peligros residen en
nuestro interior, en nuestras pautas de conducta: en el mesianismo (sé
cómo arreglar el mundo y lo voy a hacer como sea), en el
ultraliberalismo (las penurias de los parias son daños colaterales por
el bien de la economía) y el populismo y la xenofobia (crecimiento del
nacionalismo excluyente).
A mí me gusta su tesis porque
parte de la base de que nuestro destino no es más que la suma de las
voluntades de todos y cada uno de nosotros y nosotras. Y me parece
especialmente sugerente su idea de provocar una "primavera europea".
Como depende de nuestra voluntad, ¿por qué esperar a Europa? ¿Y por qué
esperar a España? ¿Qué tal si intentamos cambiar nuestro ámbito más
cercano? Si lo que hacemos es bueno y se tiene que contagiar, ya se
contagiará, ya!!!
Resumen de la presentación del libro en Madrid a cargo de Todorov pinchando aquí.
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