martes, 23 de abril de 2013

Demócratas y republicanos

Denis Itxaso. Donostia. @DenisItxaso

El aniversario de la proclamación de la II República Española ha venido a coincidir con uno de los momentos, desde la transición a la democracia, de mayor efervescencia en el debate sobre la forma de Estado que más conviene a España.
En este contexto, mi compañero Ramón Jáuregui reclamaba en el Diario Vasco del pasado 10 de abril "prudencia real" (ver más abajo), ponía en valor las virtudes integradoras de la Corona y alertaba del riesgo de pretender cambiarlo todo ingenuamente en un momento de tanto descreimiento social y sin los consensos necesarios. Participo de las tres premisas y, sin embargo, creo que vale la pena replantearnos la virtualidad de la Monarquía.
Como militante socialista siempre he aceptado que la lealtad del PSOE a la Corona formaba parte de una renuncia política -que no ideológica- de compromiso y reconciliación, a la muerte de Franco y ante un futuro entonces incierto. Pero pertenezco a una generación que jamás ha considerado que fuera un tabú hablar sobre la forma de Estado, y que ha visto en el velo informativo que ha protegido a la Familia Real, un ejercicio innecesario de paternalismo institucional.
Por eso no entiendo que, 35 años después, ahora que el debate puede retomarse en un país cuya conciencia democrática ha madurado -aunque sea a golpe de decepción-, aún haya un <em>stablishment</em> pegado a ese sentido extraño de la responsabilidad que invoca no se qué estabilidad, precisamente cuando la Corona comienza a percibirse más como un problema que como una solución, lo que implica que su utilidad histórica comienza a desvanecerse. Es demasiado evidente que la clase política que protagonizó aquellos convulsos años, guarda una mal entendida lealtad a esa institución que se torna incompatible con el sentido crítico que exigen los tiempos hacia muchas de las cosas que se han deteriorado en España. Y creo que es compatible y perfectamente natural, reconocer el papel desempeñado en el pasado por el Rey, incluidas sus presuntas virtudes integradoras, con aceptar la decadencia sistémica que simboliza en la actualidad ese modelo de Jefatura de Estado.
Afirmar, como lo hacía mi admirado Ramón, que el Monarca es garantía de neutralidad en la Jefatura del Estado en un país tan polarizado, es tanto como socavar las bases mismas del pensamiento republicano. La búsqueda de perfiles sin excesivas aristas, que conciten amplios consensos, no es algo que este vedado a la fórmula republicana, como lo demuestran diferentes ejemplos dentro de la misma UE. Y, en todo caso, se trata de un cargo remozable cada 4 o 5 años, dependiendo de la adhesión ciudadana que reúna. Y en último término, ¿Qué hay de nuestros ideales? ¿Acaso hemos renunciado a ellos para siempre? En ese caso, recordemos dos cosas: que si así fuera, la honestidad debería llevarnos a una refundación de nuestras bases ideológicas y desideratum políticos; y en segundo lugar, que nuestra actual crisis de apoyos ciudadanos tiene mucho que ver con la renuncia práctica a algunos de nuestros ideales más genuinos.
Es verdad que el descrédito de los partidos políticos no ayuda precisamente para la defensa de un sistema de elección popular del Presidente de la República, frente a la inercia de un cargo de carácter hereditario que juegue un papel moderador en el mejor de los casos, o de títere en el peor de ellos. Pero eso, en última instancia, a quien interpela es a las propias formaciones para que se transformen y abran cauces de participación, y adopten una cultura de pacto y compromiso, tratando de desterrar el cainismo y la confrontación permanente como instrumentos de hacer política.
Por eso, ante la recurrente pregunta que muchos socialistas nos hacemos sobre cómo salir de este atolladero en el que nos encontramos, cada día estoy más convencido de que es la cultura republicana la que puede ayudarnos a encontrar la respuesta. No es que otra forma de Estado tenga virtudes curativas <em>per se</em>, ni mucho menos, si no que el inmenso calibre y profundidad de las reformas a abordar requieren de un impuso que identifique la Educación, la conciencia cívica, la sostenibilidad ambiental, la reorganización del trabajo, la participación ciudadana, la reinvención de la función pública y tantas tareas pendientes, en el epicentro de su agenda pública.
Incluso la reforma federalizante que parece estar incubando el PSOE, como respuesta a las tensiones territoriales agudizadas por la crisis y la extendida sensación de agravios comparativos, tendría mejor encaje bajo un modelo republicano. No en vano, un reino es sinónimo intrínseco de unidad y no tanto de diversidad, que es el camino que debe recorrer España y por el que no avanza con la audacia e inteligencia que debiera, aunque nuestro actual marco constitucional ofrezca más de una previsión normativa que poder emplear al efecto. ¿Se puede seguir pensando que un Rey, éste u otro, obrará de pegamento territorial y social entre las generaciones que no han vivido ninguna de las miserias ni amenazas que se invocan para seguir reivindicando la virtualidad del pacto constitucional?
En fin, rara vez el continuismo ha alumbrado cambio alguno en ningún orden, y confiar en un príncipe azul no es revulsivo suficiente para recuperar la moral colectiva, hoy derrumbada también por la falta de liderazgos estimulantes. Por el contrario, los estilos de liderazgo que se imponen aquí y ahora son compartidos, audaces y, a ser posible, capaces de representar a una sociedad que asume el riesgo y se ha acostumbrado -qué remedio- a vivir en la incertidumbre. La Monarquía obedece a la necesidad de dar respuesta a cuestiones decimonónicas, superadas, o simple y llanamente imposibles de satisfacer plenamente hoy día, como la seguridad, la indivisibilidad, la certidumbre o la invulnerabilidad. Y la fortaleza que debemos exhibir es la del músculo democrático que permite hacer profundas autocríticas, corregir y combatir las nuevas amenazas, que tienen mucho menos que ver con el orden constitucional que con el 27% de desempleo.


(Artículo publicado en Diario Vasco 21.04.13)


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