domingo, 12 de mayo de 2013

De qué filosofan nuestros jóvenes, hasta el momento



Vicente Carrión Arregui. Vitoria-Gasteiz


Llevo veinticinco años impartiendo clases de Filosofía en Institutos de Bachillerato y antes de que la anunciada LOMCE me obligue a cambiar de oficio quisiera hacerles un breve resumen de las cuestiones que, tanto en 1º como en 2º, hemos venido tratando desde los tiempos del COU. Está en cuestión si la reflexión filosófica es una cuestión o baladí que merece perder su troncalidad en el sistema, como propone la ley en ciernes, o si merece la pena defenderla.

Para quienes solo valoren los contenidos académicos desde su potencial utilidad laboral, recordaré que la Filosofía de 1º de Bachillerato viene a ser una introducción a las Ciencias Humanas: Psicología, Sociología, Derecho, Economía, Políticas, Antropología, Periodismo, Bellas Artes, Lingüística, etc. Función propedeútica que no se limita a ellas porque fomenta la curiosidad interdisciplinar y crítica, tan necesaria para situar al alumno ante los retos de todos los ámbitos del aprendizaje. Y más allá de su utilidad, sobre todo la Historia de la Filosofía en 2º, presenta al individuo del siglo XXI como un constructo cultural alumbrado por el estoicismo, el cristianismo, la Ilustración y tantas otras contingencias. Desde la polis griega hasta la ONU, pasando por la escolástica, la nueva ciencia, el contrato social y las filosofías de la sospecha.

Un viaje que empieza buscando el lugar de la Filosofía respecto a la Ciencia, la Literatura y la Religión y, dentro de ella, delimitando los campos más teóricos –metafísica, epistemología, Lógica y Teoría de la Ciencia- de los más prácticos: Estética, Ética y Política. Para discutir con los chavales qué cuestiones atribuimos a la Naturaleza y cuáles a la Cultura –esa escurridiza pelea entre el nace o se hace-, ya sea en lo referido a lo individual, psicológico, o a lo social. Ya sobre el peso de la familia, la tribu o el lenguaje, esa neotenia que nos arroja a la vida indefensos y necesitados de cariño, pautas y modelos, ya sobre el Estado y su monopolio de la violencia, las ideologías contractuales y totalitarias, etnocéntricas o multiculturales que nos sumergen en el debate de la sociabilidad, desde la caverna a la democracia y los Derechos Humanos.

Las clases de Filosofía contribuyen a asentar una visión de la historia no tan cimentada en los acontecimientos políticos como en las mentalidades, los descubrimientos y en la manera en que los humanos se han ido viendo a sí mismos. Pinceladas de historia de la Ciencia para comprender cómo la búsqueda del conocimiento hermana a filósofos y científicos argumentando sobre métodos, procedimientos y herramientas lógicas necesarias para acercarnos a esa noción de verdad cara, esquiva y fugaz pero a la que no podemos renunciar, sea con actitudes más escépticas, dogmáticas o relativistas. Diferentes caminos que nos ayudan a entender cuán cuestionable es la noción de objetividad y cómo si uno se inclina más por argumentos materialistas o idealistas puede cambiar completamente el enfoque científico del análisis psicológico y social.

Política pues, de nuevo, para dedicar un rato a todas esas cuestiones que se supone que se entienden aunque muy pocos explican: izquierda, derecha, fascismos, socialismos, liberalismos y tantos otros ismos con los que se organiza la convivencia, sean referidos a lo económico, a lo útil, a lo emocional o a lo simbólico, atendiendo también tanto a la dimensión espiritual y trascendente como a la capacidad creativa y estética que nos conmueve en pos de la belleza y del amor.

Pero para fundamentar ese Estado de Bienestar cuyos crujidos tanto daño nos hacen últimamente, necesitamos una inmersión en la Ética. No como una “maría” más ni como adoctrinamiento catequista, no. Derechos, deberes, valores, normas, leyes, felicidad, placer, excelencia, sentimientos….todo ese abanico histórico, conceptual y ejemplar de opciones de lo posible para que cada chaval, pueda ir calibrando el alcance que sus decisiones actuales y futuras tienen sobre sí mismo, sobre los demás y sobre el entorno. Justificaciones, responsabilidades, consecuencias y proyectos para el mundo de los seres “condenados” a ser libres, sí, pero vulnerables y necesitados de todos esos “miramientos” (“Ética de Urgencia”, Savater, pag.20) que tanto necesitamos aprender a dar y a recibir.

¿Les parece difícil? ¿Se les hace aburrido? ¿Inútil, quizás? Ciertamente, depende mucho de la metodología didáctica el que estos temas resulten apasionantes o soporíferos. Los métodos más convencionales (resúmenes, apuntes, esquemas), los más participativos (exposiciones orales, debates) o los más innovadores (audiovisuales, Internet) siempre están al servicio de la ilusión personal que los docentes transmitan a la asignatura. Para sortear los escollos lingüísticos–esa alerta de los informes PISA sobre los déficits de comprensión lectora- hace falta compaginar los esfuerzos terminológicos y conceptuales con el reclamo que la actualidad política y social ofrece a los jóvenes, siempre curiosos por definición. Si los conceptos teóricos de la clase les ayudan a comprender un poco mejor el drama de los desahucios, el derecho de veto de la ONU en Siria, el futuro de las pensiones, la violencia doméstica o el acoso escolar, su actitud será de aprecio y respeto hacia una asignatura que les sitúa un poco mejor ante este desquiciado mundo.




(Artículo publicado en Diario Vasco 05.05.13)



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