miércoles, 27 de marzo de 2013

Urkullu: Presupuesto cargado de recorte e ideología

Aurelio Romero. Vitoria-Gasteiz. @romeronomada


El lehendakari Urkullu ha pasado la frontera de los primeros 100 días de Gobierno casi sin pisar tierra, y ha conseguido mantener a todos en la sala de espera de sus decisiones, las pocas que ha tomado. La suela de sus zapatos han tenido alas ideológicas desde el primer día, aparentando que eran circunstancias locales o territoriales las que, por ejemplo, le llevaban a respaldar los presupuestos del PP en Álava o ceder sin que lo parezca a la prometida financiación de la capitalidad de Vitoria. Consciente de que necesitaba aparentar convivencia con todos, porque su minoría parlamentaria no le permite grandes alardes, ha sobrevolado de reunión en reunión, dejando acá un principio de acuerdo sobre partidas concretas y allá el rumor de un posible pacto, a corto plazo, con el PSE-EE.

En la certeza de que sólo EH Bildu pretendería pasarle con el afán nacionalista, atenazó pactos que dejan intocable la política que esta coalición desarrolla en la Diputación de Gipuzkoa y el Ayuntamiento de Donostia, porque, con igual certeza, continuarán siendo coprotagonistas del debate nacionalista, cuando ese debate vuelva a estar entre las preferencias del PNV gobernante. Ahora el objetivo es conseguir el apoyo militante del PP y al menos la abstención o enmiendas parciales por parte de los socialistas vascos.

Le queda poco tiempo, apenas tres semanas, para demostrar si tanto silencio durante 100 días han servido para algo más que anunciar un proyecto de Presupuestos para 2013, que dice más en sus folios que cuanto el lehendakari ha manifestado desde antes de tomar posesión.

El PSE-EE ya había aventurado que, en caso de mantener su gobierno, tendría que haber adoptado medidas económicas para reducir el gasto y la inversión en Euskadi, porque la caja tenía un agujero por el que el disponible salía rápido, pero la oposición de todos impidió buscar una mejora del sistema fiscal que permitiese más ingresos. El PSE-EE se limité a convocar elecciones anticipadas y pasar el bastón de mando sobre la crisis presupuestaria al PNV. Y sirvió de poco la auditoría encargada por el PNV sobre las cuentas vascas en el último ejercicio del Gobierno de Patxi López. Una auditoría que el portavoz parlamentario del PSE-EE Josean Pastor calificase “de corta pega”.

Sin nada de interés bajo la alfombra, Urkullu ha perdido la oportunidad de “la herencia recibida” ran propia del PP y su gobierno ha tenido que encarar la elaboración de un presupuesto propio, -que el jueves de la pasada semana entró en el Parlamento- con ideología propia y con una realidad enfrente que es heredada porque la crisis pasa de un año a otro y de uno a otro gobierno irremisiblemente. Estos meses de aparente inactividad del ejecutivo vasco, tantas veces denunciada por los diferentes grupos políticos, no son tanto producto de la sorpresa por la situación real de la economía de Euskadi como del final de esa indeterminación de los jeltzales sobre los remedios a su minoría parlamentaria.

Urkullo pretende huir de un “gobierno a lo Barcina”, sin mayoría suficiente y ruptura con cuanto le rodea. La llama de la movilización que el PNV y EH Bildu principalmente han encendido en sus gobiernos locales o provinciales se extiende ya a otros colectivos sociales y trabajadores de empresas en crisis y, sobre todo, las Administraciones Públicas. Pese a su tejer silencioso, Urkullu y el PNV en todo Euskadi se iba a oner enfrente de su primer espejo, el más importante: el de los Presupuestos para este año, su primer ejercicio de planificación y administración, donde los gobiernos se confiesan la primera vez y todos los años consecutivos, incluso cuando los prorrogan. Era inevitable que esa primera mirada en el espejo real de Urkullu le devolviera a su esencia ideológica más allá de los escarceos con el PSE-EE o quienes mandan en EH Bildu.

Ni el Parlamento le ha servido para distraer la atención, como los debates interruptus sobre la ponencia de paz, y el PSE-EE ha vuelto a demostrar que la maquinaria de gobernar sigue en su mente, gripada como los coches abandonados a su suerte, incapaces de generar iniciativas públicas que nos hagan ver que del gobierno se pasa a la oposición con otro traje y otros niveles de responsabilidad, incluso pública, pero sobre todo social. El tiempo de los congresos para intentar rehacer las costuras de ese “partido viejo que se hace viejo” ha servido de tiempo de espera a Urkullu, sabiendo que los socialistas atendían urgencias que no le afectarían a él. Ni antes ni después de los congresos.

Su dificultad, la de Urkullu, es encontrar los puntos de coincidencia con el PSE-EE, que tuvo un primer amago con el acuerdo sobre algunos cargos institucionales y que, impropio de la habilidad del PNV y la falta de olfato socialista, hizo aguas en el primer paso, el nombramiento del nuevo director de EiTB. Se buscan otros puntos de encuentro, más allá de ese rumor que, como Guadiana, surge y cae cada día, sobre una alianza “de responsabilidad” para fortalecer el gobierno peneuvista y resolver situaciones personales de anteriores cargos socialistas. Pero esos puntos de acuerdo chocan ya en el plano teórico entre los nuevos posicionamientos del PSE-EE en la oposición y los nuevos compromisos del PNV que, como Gobierno, estrena.

Los presupuestos de 2013 se han convertido así en el verdadero campo de escaramuzas entre todos, sobre todo ahora que el PNV ha afianzado su alianza con el PP que, con seguridad, le permitirá sacar adelante las cuentas de la Comunidad. Pero el lehendakari no se resigna a no ser “Urkullu el apaciguador”, con la disolución de ETA si llega, el acercamiento de los presos, el que por primera vez encuentra vías fiscales sin sangrar la historia y competencia de las Diputaciones, quien lleva adelante la Ponencia de Paz del Parlamento vasco, quien presenta el presupuesto más “social”, como lo ha calificado, y quien consiga situarse por encima de su minoría parlamentaria en base al apoyo de todos …… menos EHBildu, que será el adversario común de todos, todos los que Urkullu va a utilizar para recuperar espacio electoral frente a la crisis y frente a la radicalidad, pese a la debilidad mayor de quienes puedan respaldarle.

¿Alianzas? Durante estos meses, el lehendakari Urkullu ha intentado evitar aparecer como el aliado vasco del Gobierno de Madrid, pese al recorrido histórico de estos últimos años en la oposición, buscando la aproximación lírica equidistante con el segundo grupo en votos, EHBildu, los socialistas del PSE-EE y el PP. Ha sido la política de alianzas en los territorios diferentes del País Vasco, esa otra realidad de poderes tan diversos, la que ha ido encadenando los escalones hasta subir al punto final: El pacto con el PP, inevitable desde el comienzo, pero, sobre todo, buscado como remedio a unas cuentas vascas que dan de sí lo que dan aunque la política reclame más.


CON EL PP, ANTES Y DESPUES

No se quiso entrar a tiempo en el debate fiscal, que llevaría según el PSE-EE a una mayor corresponsabilidad de las Diputaciones forales con las cuentas de la Comunidad Autónoma, y la razón más profunda era la de mantener los contrapoderes en un momento en el que quien gobernaba no tenía ya poder en ninguna Diputación. Y Euskadi se ve abocado en los presupuestos de 2013 a atender una crisis mayor de la sabida, retrasada respecto de la general del Estado, pero inaudita para lo acostumbrado. Así, la política impide un mayor frente común contra la crisis y ahora una crisis mayor se reparte por igual.

El lehendakari Urkullu tiene tres semanas para comprobar si, más allá del respaldo inicial del PP, sus presupuestos pueden encontrar un mayor consenso. El calificativo de “presupuestos sociales” para llamar a la conciencia de la izquierda nacionalista o no, y la petición de que el capítulo de inversiones fundamental, el de las infraestructuras, se aborde desde el propio Cupo Económico que mantiene el País Vasco con el Estado.

Un presupuesto con truco evidente que esconde recortes sociales bajo su calificativo y que traslada al Gobierno central y al conjunto de los ciudadanos lo que el PNV no fue capaz de arrancar a los órganos políticos y económicos provinciales, las Diputaciones que este partido gobierna (Vizcaya) o en las que ha hecho posible que otros (HBBildu en Guipuzcoa y PP en Álava) gobiernen.

El gobierno de Urkullu plantea por vía indirecta el mismo mensaje que Artur Mas lanzase en Catalunya antes de su proclama soberanista y posteriores elecciones y, más recientemente, en cuanto a la nueva deuda de las Administraciones catalanas: El Estado nos ahoga. La reivindicación de la autonomía económica como desagravio o, a la inversa, menor aportación a la financiación estatal para contar con mayor capacidad económica para afrontar la crisis. Pero si en Catalunya Mas ha encontrado la oposición de los populares, en Euskadi el pacto PNV-PP viene rodado desde Vitoria.

¿Presupuestos sociales?. Nominalmente solo. Los presupuestos para 2013 del Gobierno vasco introducen una reducción histórica de 1.132 millones de euros, un 10,8 por ciento menos que los del año 2012 y un total disponible de 9.316 millones de euros. Es fácil adivinar, que bajo el título y las cifras iniciales, habrá una realidad que todos adivinan: el ajuste hasta “lo esencial” de los servicios públicos, como el propio lehendakari adelantaba: "Queremos garantizar los servicios esenciales, garantizar el modelo público y universal de Sanidad y el de Educación, y el acceso a los servicios sociales básicos". La senda de la política desarrollada por el Gobierno de Rajoy encuentra su mejor eco en los presupuestos vascos, a los que el PP, antes de tocar papel, ya había dicho “si”.

Se comprobó con claridad que Euskadi entra en la “etapa de sacrificio” como señalaba Urkullu cuando su consejero de Hacienda y Finanzas, Gatzagaetxebarria, entró a detallar las cuentas de 2013: Como ejemplo, el Departamento de Educación, Política Lingüística y Cultura tendrá un descenso del 10,1 por ciento; Empleo y Políticas Sociales un 25,9 por ciento menos que en 2012.

La segunda fuerza política, EHBildu y su lider Laura Mintiegui ya han denunciado “el reparto de la miseria” que supondrán estos presupuestos y ha reclamado mayor valentía en la recaudación fiscal, los impuestos, para construir unos presupuestos “dignos”.

El primer presupuesto del nuevo gobierno vasco es para el PSE-EE una “sangría” de los ciudadanos, acusa al PNV de maquillar los presupuestos, de caer “en el dogma de la austeridad a ultranza" y amenaza con una enmiendas a la totalidad cuando se presenten en el Parlamento de Euskadi.

Si los presupuestos del PNV no dan la talla en opinión de todos, menos del PP, los nacionalistas tendrán en el próximo debate parlamentario la ocasión de demostrar si los acuerdos parciales en las Diputaciones y Vitoria son un preámbulo de su habilidad política o si la talla negociadora del lehendakari es, como la de Rajoy, una sombra que se alarga

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