martes, 22 de mayo de 2012

Arrepentimiento, perdón,... convivencia

Me encuentro estos días reflexionando: ¿es posible construir la convivencia entre los vascos después de la situación de violencia vivida a lo largo de tantos años en nuestra sociedad? Y, la verdad, el tema es mucho más complejo de lo que algunos quisiéramos.

Podemos hablar y discutir de muchos temas, pero en definitiva, únicamente podremos impedir los formatos totalitarios asegurando las formulas democráticas mediante un trabajo de convencimiento a largo plazo, elaborando un relato que integre en la memoria las vivencias de todos los sectores, aceptando todas las singularidades y respetando todas las diferencias.

Difícil. Difícil porque el convencimiento tiene que ser sincero y debe venir por todas las parte. Para ello, de cara al futuro, es imprescindible que los hechos se presenten de forma completa siendo conscientes que no existe una única verdad y todos los puntos de vista tienen su propia realidad… y también la nuestra.

El relato que debemos procesar de nuestro pasado, de nuestro presente, debe ser objetivo. Los hechos, los datos, deben ser analizados con profesionalidad sin ocultar ningún aspecto de manera intencionada y alejándolos de la pasión propia de los sentimientos para ser justos en el resultado final.


Y la conclusión a la que llego echando una mirada a mi alrededor, es que para alcanzar el objetivo de la convivencia va a ser necesario un proceso largo en el tiempo, muy largo. Y a buen seguro, algunos no lo vamos a ver finalizado.

Por ejemplo, a pesar de los 151 años pasados desde que el norte y el sur de los Estados Unidos se enfrentaran en la sangrienta Guerra de Secesión, aún hoy en lo más profundo del país se sigue habla de las “dos almas”. Y eso por no entrar en el típico pero más cercano ejemplo de “las 2 españas”.

Y es que desde mi rincón sigo viendo una división tan clara entre los que han utilizado la violencia para condicionar la vida de los que no pensamos igual, que cualquier aproximación nos va a obligar a grandes dosis de respeto por todas las partes. Un respeto que, querámoslo o no, inconscientemente, no nos merecen los de enfrente. Un respeto que deberán y deberemos conquistar.

Los que creemos que se ha diseñado un falso conflicto para argumentar disculpas mientras desde los pulpitos se bendecía a los verdugos, los que hemos resistido mientras otros recogían nueces, los que no hemos aceptado la situación como algo normal mientras otros miraban hacia otro lado, los que hemos puesto una y mil veces la otra mejilla… ahora tenemos un desafío de extraordinarias dimensiones. Nunca debiéramos haber vivido una experiencia como la que nos ha tocado vivir. Pero si bien no podemos cambiar lo que ha ocurrido, ¿podremos aprender de ello? Seguro que sí. Tenemos que hacerlo.

En estos momentos, en nuestras manos tenemos la oportunidad de cimentar el futuro reforzando los valores del modelo democrático y construir las bases de la convivencia que impidan que cualquier tipo de violencia totalitaria pueda volver a implantarse entre nosotros. Está en nuestras manos, porque no solamente somos fundamentales, somos imprescindibles. Sin nosotros no hay futuro.

No es fácil. No nos lo están poniendo fácil. Y mucho menos aún cuando nosotros tenemos que tragar saliva, mientras que del lado del nacionalismo nos provocan con proposiciones secesionistas negando la condición de vascos a quienes nos rebelamos a sus tesis y viendo que su único fin es el de forzar una postura siniestra: “o conmigo o contra mí”.

Para construir la convivencia, además de nosotros, muchos son los que deberán reflexionar. Porque, evidentemente, únicamente no se puede construir la convivencia en el contexto de una sociedad democrática donde exclusivamente se respete la pluralidad de las ideas, y donde no se argumenten “diferencias” para injuriar, o se utilice “la cultura” para excluir. Sino que, además será necesario alcanzar un formato legal ampliamente aceptado, que equivalga a un largo periodo de distensión y donde se fijen unas reglas de juego ciertas e inamovibles que nos permitan vivir juntos entre diferentes por muchos, muchos años. Unas reglas que, tras ser fijadas no se pretendan de manera sistemática rebasar. Cualquier otra cosa no es solución. Si "su" paz es cualquier otra cosa, no la queremos.

Por otra parte, personalmente estoy seguro de que, con el tiempo, muy poca gente hablará de reconciliación, porque todos debemos ser conscientes que si no hay arrepentimiento, el perdón se hace imposible… y están dejando muy claro que no están arrepentidos. Ni están arrepentidos, ni están pidiendo perdón, ni siquiera han dejado claro que no vayan a volver a las andadas… más bien todo lo contrario.

Y sin ambas cosas, sin arrepentimiento y sin perdón, de la misma forma que pasa en otros puntos del mundo, la reconciliación parece improbable.
Claro que tanto el arrepentimiento como el perdón, son algo que suponen procesos internos personales muy complejos que ni se han dado, ni se dan en ninguna parte del universo.

Debemos entender que la mención de la reconciliación es algo que queda muy bien en negro sobre blanco (el papel lo soporta todo), pero en tanto que el mero hecho de su exigencia puede ser una piedra insalvable en nuestro camino de convivencia, el arrepentimiento, el perdón y, en definitiva, la reconciliación no deben ser temas prioritarios. En nuestra tarea para la convivencia no pueden ser objetivo principales. No pueden ser, ni lo van a ser. Simplemente respeto.
Por lo tanto, contentémonos con defender la consolidación del régimen democrático, apuntalemos unas normas que asienten los preceptos mínimos para no hacernos daño los unos y los otros, impidamos la construcción de murallas y miremos al futuro para que las próximas generaciones puedan tener la oportunidad que a nosotros nos fue negada. Hagámoslo por ellas.


Escrito por Tony Alonso Intriago:
landaigo@gmail.com

1 comentario:

  1. El otro día, en el Congreso de Convivencia que ha organizado el GV, escuché a Bazzega (las Brigadas Rojas mataron a su padre cuando él era un chaval) que el perdón es algo "profúndamente personal" y que, en su caso, si ha perdonado, lo sabrán "la persona interesada y su familia", pero nadie más. Lo importante, según Bazzega, es el reconocimiento de lo ocurrido y asunción de responsabilidad individual por ello. Yo, Tony, estoy muy de acuerdo con Bazzega.

    Tu reflexión, no obstante, me parece muy necesaria: abre un debate que se me antoja largo y complicado.

    Un abrazo

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